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Rafael Berrio, eléctrica poesía

Kafe Antzokia, Bilbao. Jueves, 10 de septiembre del 2015

Por: Kepa Arbizu
Fotografías: Lore Mentxakatorre

No vale demasiado la pena malgastar el tiempo evidenciando el escaso, en relación al que merecería, seguimiento que tiene alguien como Rafael Berrio. Echando un vistazo a nuestro alrededor, en todos los aspectos de la vida, posiblemente es más que entendible que una propuesta como la suya no alcance los gustos mayoritarios. Y es que decir que en el donostiarra se dan cita los mejores representantes de esa rara y excitante especie que son los cantantes recitativos como Leonard Cohen, Bob Dylan o Lou Reed, y que su actual formato eléctrico bebe del ímpetu de Neil Young e incluso del rock “ruidista", sería, aunque cierto, restringir su particular y totalmente personal voz artística. Una en la que sobresale además su trabajo con unos textos empapados de una lírica imponente, a medio camino entre la (dura) cotidianidad y el simbolismo que poseen la casi exclusiva virtud por estos lares de encajar en la propia canción como de tener entidad por sí mismos. 

Precisamente, en el concierto del pasado jueves en el Kafe Anztokia, encuadrado en la gira de presentación de su último disco “Paradoja”, ofreció su vertiente eléctrica, para la que se hizo acompañar de la banda que ha participado en la elaboración del álbum, o lo que es lo mismo, las guitarras de Joseba B. Lenoir y Rafa Rueda junto a la base rítmica de Fernando Lutxo Neira (bajo) y Felix Buff (batería). Todos ellos hicieron las veces de ropaje excelente para engrandecer más aun unas canciones, presentes o pasadas, que gravitaron sobre el escenario bilbaíno empapando a los asistentes de una intensidad difícil de digerir al momento, y que como en las buenas obras de arte, todavía manifiesta su rastro en nuestras pieles tiempo después.

Dentro de esa vindicación/demostración de la apuesta guitarrera decidieron comenzar echando un vistazo al pasado, concretamente el relacionado con su banda Deriva que encaja perfectamente con la propuesta actual, con el tema “Melancolía”. Quedaba instaurado así un halo eléctrico que no cesaría durante buena parte del concierto. Con las bases establecidas desgranaron casi por completo su última grabación, multiplicando sobre las tablas su intensidad, como se apreció en la sublime interpretación de “Mis ayeres muertos”, con unos músicos en todo su esplendor, o por medio de “Yo ya me entiendo”, dejando al crudo desnudo el ramalazo “grunge” que también incluye. No hubo descanso para la excitación por medio de diferentes sensaciones, incluyendo la épica de “Niente mi piace”, la reflexiva “El mundo pende de un hilo” e incluso la melódica y pegadiza “Inanimados”, que cerraría el concierto.

Entre medio de todo ello se fueron salteando revisiones de temas antiguos que cuadraron perfectamente con el formato rock que desplegaron, como la decadente belleza de “Santos mártires yonkis”, el espíritu onírico que planeó en “Te quiero” y hasta la oportunidad de ponerse a bailar con el rock and roll de “Entonces qué”. Para esa recreación de algunos temas pretéritos se sirvió del subterfugio, probablemente para amoldarse mejor a sus instrumentaciones originales, de ofrecer un breve set en el que se desprendió de su banda y se quedó solo con su guitarra (y sus eternas gafas negras). A pesar de que se acercó también a  composiciones  actuales como “En lo mórbido” (puro recitado sensualmente malsano) o “El animal que has sido”, llamó la atención la desnudez con que desarrolló “Las mujeres de este mundo”, “Cómo iba yo a saber” o “Simulacro”.

Rafael Berrio nos habla de forma cruda e incómoda (como el médico que evidencia nuestras enfermedades), pero bella, sobre el absurdo de la vida, sus innumerables espinas y alguna que otra rosa. Todo ello, en esta ocasión, bajo una amasijo de rotundas guitarras que logran imprimir a su discurso un abrasivo sentido. Tras el huracán vivido y sentido durante la actuación el momento de abandonar la sala suponía volver a la realidad que habitaba fuera, sin duda mucho menos excitante. Yo ya me entiendo.