Por: J.J. Caballero
¿Cómo puede sobrevivir una banda no solo al tiempo sino a sí mismos haciendo el mismo disco una y otra vez? Preguntémosle a Angus Young, Joe Perry, Rob Halford, Bruce Dickinson y algún otro icono del rock. Eso no significa que sea este el género más proclive al inmovilismo y más aplaudido en su estatismo. No damos más nombres por falta de espacio, pero si a Lemmy Kilmister le planteásemos la misma cuestión probablemente no tendría argumentos a mano para justificarse. Y le daría exactamente igual. Dejando a un lado sus recientes y ciertamente lamentables problemas de salud (hace poco tuvo que ser literalmente sacado del escenario tras ser incapaz de aguantar tres temas seguidos), el icono del metal, santo y seña de la banda durante varias décadas de altibajos, ha intentado salir del agujero por enésima vez para dar forma a este ‘Bad magic’, el número veintidós de los álbumes grabados por su banda. Una cifra mucho mayor que los años que le quedan por delante, con toda probabilidad.
Bastante inferior a ‘Aftershock’ y con un balance general algo por encima del aprobado, en esta nueva entrega de la banda más gamberra del hard rock hay momentos semiacústicos (‘Till the end’ funciona casi como un retrato autobiográfico del líder), sorprendentemente melódicos (‘When the sky comes looking for you’, muy Thin Lizzy por cierto) y apegados al glam que de vez en cuando intentan frecuentar (así lo parece en ‘Fire storm hotel’) con más voluntad que acierto. Carece de temas memorables y vuelve a acentuar la destreza instrumental (‘Teach them how to bleed’ es en ese sentido de lo mejorcito de esta última etapa) por encima de la mermada capacidad vocal de un Lemmy desgastado y apático en algunos tramos, como si la fórmula que le ha hecho grande le resultara ahora una armadura pesada y rígida. Es una pena que canciones inundadas del ritmo clásico del punk como ‘Thunder & lightning’, en la que sí parece brillar como antaño, o la brutal ‘Electricity’, todo un himno macarra en su mejor línea clásica, se vean contrastadas por la mediocridad de ‘Evil eye’ o ‘Tell me who to kill’, en las que el ruido no oculta la falta de nueces.
Phil Campbell y Mikkey Dee, este último especialmente destacable en la batería de ‘Shout out all of your lights’, cumplen ya más de veinte años acompañando al escuálido hombre del sombrero y a fe que lo hacen francamente bien. Dan lo mejor que pueden dar a estas alturas, que no es poco, pero cuando suena un estándar como ‘Victory or die’ comprendes que tampoco van a ofrecerte nada nuevo ni mucho menos fresco. Para intentar subir el listón llaman a Brian May, que acude encantado a tocar la guitarra en ‘The devil’, y versionan muy tibiamente a los Stones en una más que descafeinada ‘Sympathy for the devil’ (parece que lo diabólico sigue atrayéndoles por encima de todas las cosas), prescindiendo del piano de la original y cambiando la morbidez de Jagger por el atolondramiento de Kilmister. Intento fallido y trabajo menor, sí, pero a ninguno de los que hemos seguido la carrera de Motörhead en algún momento de nuestras vidas se nos ha pasado por la cabeza dejar de escucharlo al menos una vez. Por algo será.