Por: Kepa Arbizu
En la portada de Still, nuevo disco de Richard Thompson, aparece el autor en primer plano con su cabeza cubierta, como suele ser habitual, de en este caso una gorra, en otras muchas suele ser de una boina. Un detalle totalmente insignificante en cuanto a la relevancia respecto a su obra, pero significativa como una más de las particularidades realmente identificativas que acumula. De ellas, mucho más trascendentales son sus brillantes y personales capacidades para la composición, en las que se incluye una gran aptitud literaria y un asombroso manejo de la guitarra.
Podemos analizar al inglés desde una perspectiva histórica y así considerarle una de las grandes figuras del rock. Hecho que queda atestiguado ya sea por su papel en los esenciales Fairport Convention, junto a la que fuera su mujer Linda Thompson o en solitario. Pero lo realmente llamativo en este caso es que en la actualidad su carrera sigue manteniendo un nivel asombroso y constituyéndose como un filón para mostrar su talento. Tanto es así que sus trabajos recientes pueden mirar de igual a igual a los de cualquier otro “clásico” consagrado en activo, es más, la dificultad caería del lado de ellos para lograr equipararse. Por si fuera poco el desarrollo actual de sus facultades incluye todo tipo de elementos y formas, por lo que en los últimos años le hemos visto realizar bandas sonoras, revisiones de su canciones favoritas del milenio, “reuniones” con su familia e incluso seguir incorporando matices a su sonido, como la curiosa y lograda incursión de elementos funk en su lenguaje musícal, como se observaba en su predecesor Electric.
En su nuevo trabajo, Still, cuenta con la colaboración de otro destacado nombre de los sonidos de raíces como es Jeff Tweedy. En esta ocasión hace, principalmente, la labor de productor, una tarea que se presenta aquí como dedicada a complementar y/o acompañar al particular modo de entender dicho estilo de Thomspon. No obstante en el álbum se rodea de su habitual banda de acompañamiento a la que se suma alguna aportación del lado del integrante de Wilco. El resultado nos muestran al músico en estado puro, mostrando sus diferentes representaciones y en las que todas se aprecia una dedicación por ceder a su voz y guitarra un papel prioritario.
Una buena parte del disco, tanto en la cantidad como en la calidad, se sostiene a base de ese folk sobrio e intenso que de manera tan genial desarrolla, dejando salir su lado más celta, ese que imprime un toque épico a las composiciones, por ejemplo en She Never Could Resist a Winding Road, o de una manera más sosegada y amable, ejerciendo técnica de fingerpicking, en Beatnik Walking. Dos canciones en las que transmite una de las constante del disco, en cuanto a la temática se refiere, y es la relacionada con la inevitabilidad de un espíritu nómada. Con Josephine alcanza un nivel emocional, a base de un minimalista ejercicio sonoro, asombroso, que tendrá otra representación destacada, más encaminada hacia el rock, en Dungeons for Eyes, un ejemplo de las bondades vocales de Thompson en el contexto de una descarnada reflexión sobre la decisión moral de asumir la culpa de los allegados.
En la música del inglés tiene una gran presencia la electricidad filtrada en una representación más enérgica, no obstante su particular y extraordinaria forma de tocar la guitarra es una de sus principales cualidades, algo que de manera ingeniosa, aunque no sea de lo más destacado del disco, demuestra en Guitar Heroes, procediendo a algo parecido a un muestrario de cómo interpretar la seis cuerdas bajo diferentes influencias. Más destacada sin embargo es la robusta y poseedora de pegada Patty Don’t You Put Me Down; en All Buttoned Up aparecen sus clásicos riffs orientados a crear unas melodías cadenciosas y pegadizas, mientras que en un tema como No Peace No End suelta toda la fuerza con brotes de rock and roll y con un espírtu casi punk, ya sea en su incisiva letra como musicalmente.
Se está convirtiendo en una rutina, bendita rutina, asistir a demostraciones del estado de gracia casi continuo en el que está instalado Richard Thompson. Parece no bastarle tener una historia marcada en oro dentro de la música popular, su interés por ofrecer muestras habituales de su talento se manifiesta en discos como este Still, al que si además se le añade el acicate del trabajo bien desarrollado por Tweedy, tenemos un resultado sobresaliente al que solo le falta la repercusión que se merece obtener.