Por: Kepa Arbizu
A estas alturas ponerse a evaluar la obra, reciente, de Neil Young no sé si resulta más intrascendente, dado su merecido papel esencial en el rock, o atrevido. El caso es que el canadiense no para y no parece encontrar freno a la hora de editar discos y además hacerlo de una forma nada rutinaria, con formatos y conceptos variados (pasa de sus Crazy Horse a orquestas sinfónicas o grabar de formas vintage sin inmutarse). Una decisión que no se sabe a la larga si es positiva o lo contrario pero que, consideraciones varias al margen, es sin duda de agradecer su empecinamiento por no dar oportunidad a ningún tipo de anquilosamiento.
El nuevo capítulo que se ha sacado de la manga se titula The Monsanto Years, un trabajo que como su nombre indica pretende ser un ataque a dicha multinacional, dedicada a la venta de productos químicos relativos a la agricultura y que ostenta en sus manos la mayoría de transgénicos comercializados. Pero la reflexión del disco se torna, en verdad, en una mirada preocupada por la extinción de un viejo mundo en detrimento de uno por momentos más caníbal e inhumano. Ninguna de estas preocupaciones deben de sonar raras u oportunistas en Neil Young, su compromiso social ha dejado muestras, no siempre coherentes, a lo largo de su carrera y no hay que olvidar que es uno de los fundadores de festival benéfico Farm Aid, a favor de los agricultores estadounidenses.
Para esta ocasión el acompañamiento musical escogido por el autor de Heart of Gold es el de Promise of the Real, o lo que es lo mismo, la banda de Lukas Nelson, hijo de Willie Nelson, sumada a la presencia de su hermano Micah, y con los que ya había tocado en directo en alguna ocasión pasada. Aunque los lazos familiares de dicha banda podían inducir a pensar mal, viendo el resultado hay que resaltar el papel que ejercen, en el que perfectamente adoptan formas juguetonas, épicas o sobre todo eléctricas, y que además se integran perfectamente en el universo del músico.
Estamos ante un trabajo que por encima de todo impone un tono rabioso, algo en consonancia directa con el mensaje que se trae entre manos, directo y muy evidente, algo no necesariamente malo. Pero como el canadiense en esto no es precisamente nuevo, y sí muy bueno, sabe que para que esa furia no quede plana y repetitiva, hay que jugar con las texturas, y así lo hace en temas como Big Box o sobre todo en A New Day for Love, que contiene un toque bucólico-onírico al que la electricidad se le va acoplando hasta imponerse, acompañado de esa forma de entonar airada de Young y a la vez, de nuevo jugando con los contrastes, un estribillo con esencia coral y épica. Más orgánicas y sobrias, a pesar de que van a optar por un desarrollo más enrevesado, resultan People Want To Hear About Love o Rules of Change, en las que destaca el trabajo de la percusión.
Completan el álbum algunos otros matices como la juguetona, y a pesar de ser algo inocua con el paso de las escuchas se hace resultona, A Rock Star Bucks Coffee Shop, o en el otro extremo la más doliente y oscura, también uno de los momentos destacados, Monsanto Years. Apartada de todas ellas, por el simple hecho de una diferencia sustancial estilística, destaca, curiosamente, Wolf Moon, que destapa ese otro lado más acústico e íntimo. El resultado es lo más reseñable del disco, hecho lo suficientemente significativo.
The Monsanto Years es un trabajo que pretende, acompañado por su contenido temático, sonar rabioso, eléctrico y airado. En ese sentido es una prueba superada, pero bajo unos parámetros lejanos a la intensidad y magnificencia que puede llegar a desarrollar Neil Young. Un disco que, en verdad, resulta intrascendente en relación a una discografía ejemplar, como es el caso, lo que no quiere decir que no se escuche con agrado. Y es que nadie dijo que un genio deba de estar produciendo obras maestras a cada paso.