Por: Sandra Sánchez
Muse es una de esas bandas que no causa indiferencia, sino más bien polaridad. O la amas o la odias. Partiendo de esa base, es difícil hacer una crítica objetiva de su nuevo trabajo, pero en realidad, ¿qué crítica lo es?
Drones es el séptimo álbum de estudio de Muse, coproducido por el trío británico y Robert "Mutt" Lange, productor de cabecera de AC/DC. Y como cabe esperar de esta conjunción sale un disco rockero, duro y explosivo. Más potente y compacto que el anterior, The 2nd Law y más en la línea de Absolution, para muchos el mejor álbum de la banda, pero en el que se ve una importante evolución.
Ejemplo clarísimo de la mano de "Mutt" Lange, el solo de guitarra en Psycho, limpio, certero, perfecto. Algunos acordes, en Mercy (canción que recuerda por momentos a más de un tema de The 2nd Law) da un poquito de cancha al universo pop, pero Reapers es puro heavy, el nuevo heavy, el heavy del siglo XXI, más sibarita y futurista que el de décadas pasadas, pero perfectamente reconocible. Seis minutos de intensidad máxima de los que es difícil escapar. Y un buen punto de partida si los de Matt Bellamy van a seguir encaminándose, como parece que así será, por el rock.
Un discurso de John Fitzgerald Kennedy sobre la crisis de los misiles con Cuba, en JFK, da paso a un guitarrero canto a la libertad, a alejarnos de las cadenas que quizá nosotros mismos nos hemos puesto, y parte en dos el álbum, cada vez más y más futurista. Echando a volar la imaginación, que por qué no, no es difícil trasladarnos a un universo cinematográfico-musical del mejor Ridley Scott.
Después de la canción quizá menos inspirada, Revolt, llegamos a Aftermath, una balada rock cuyos primeros acordes nos traen a la memoria sí o sí al señor Mark Knopfler; remanso de paz para recalar a continuación en los más de diez minutos de The Globalist, demoledor tema in crescendo cuyas guitarras sería un delito perderse, al igual que ocurre con el piano que toma el relevo. El cierre del disco, muy conceptual, sobre el poder que va adquiriendo la tecnología a medida que lo pierde la humanidad, lo pone Drones, lo más parecido al canto gregoriano que una banda de rock haya hecho nunca. Tras los metales llega la catársis y la relajación en este viaje imaginario que, como decíamos al principio, no os va a dejar indiferentes. Imposible.