Hay grupos que en su propio nombre esconden alguna pista, más o menos evidente, con la que orientar al oyente recién llegado sobre el sonido que les pueden ofrecer. En el caso de Los Wrayajos hay un indicio claro en su nomenclatura, en la que se hace mención al genial guitarrista Link Wray, lo que nos induce a imaginarnos la influencia de su tono “surfero” e inyectado de rabioso rock and roll. A pesar de lo dicho, y siendo verdad, hay una pequeña trampa en la ecuación, porque la banda segoviana también ha incorporado sonidos más rabiosos.
La evolución de la banda, no hay que olvidar que entre éste y su anterior trabajo han pasado seis años, ha dictado que en su propuesta haya ido tomando un papel mucho mas significativo precisamente un espíritu más punk, y no solo en lo concerniente a la parte musical sino por su actitud, gamberra, irónica y deslenguada. Con esta parte más presente, ese lado “playero”queda algo más relegado aunque haya algunos elementos, no necesariamente relacionados con sus representaciones más habituales, que todavía siguen estando presentes.
Arquitectos brutales inicia las hostilidades de un álbum, de igual nombre, que como el tema en cuestión, apuesta por un sonido contundente y orgánico, entre el punk y el rock and roll, poco dado a los malabarismos, que se nutre de pildorazos de marcada irreverencia. Un aspecto éste en el que habría que mencionar a gente como Moncho Alpuente, al que se hace mención expresa en los agradecimientos del disco, o sobre todo a Siniestro Total, no obstante su líder Julián Hernández participó en su tema El botellón, del que también toman alguna de sus enseñanzas musicales, por ejemplo aquellas que mostraban en el robusto Made in Japan. Todavía incidirán más en la vertiente hard rockera en La puerta o se mostrarán del todo gamberros en En el Mar o en Pegando Fogo, adaptación del clásico brasileño. Más salvajes, a ritmo de punk, se manifiestan en otra de las adaptaciones como es Estoy Malo, de La Belcho Band.
Aunque es cierto, como ya se comentó antes, que el lado “surfero” de la banda ha quedado bastante relegado, todavía deja algunos indicios en el disco; por una parte el gusto por los instrumentales, como Crisis Mental, cercano a dicho estilo, o imprimiéndole un toque blues (El vaquero nazi). También van a jugar con las diferentes tonalidades, y bajo esa base de incipientes guitarras se acercan al psychobilly en Molestar a las palomas e incluso acogotada entre riffs peleones se intuye un deje más melódico en El malo. Mención aparte para la versión del clásico de The Clash, Rock en la Casbah, a base de ambientaciones más envolventes y presentada para la ocasión sirviéndose de la traducción literal ofrecida por Google, ya se puede imaginar el resultado.
Los Wrayajos tienen muy claro que cada paso que dan está orientado a endurecer su sonido, conservando algunas de sus características, a mantener la ironía y el humor pero trasladándolos a un contexto tan gamberro como incisivo. Y por lo visto en este nuevo Arquitectos brutales, desde luego que su rocosa propuesta está muy bien encaminada.