Joy Eslava, Madrid, Jueves, 4 de junio del 2015
Por: María Solano Conde
Dice Xoel López que la música ha supuesto en él un remedio para todos los males de la vida. De ahí el nombre de su último trabajo, Paramales, que el pasado jueves presentaba en una Joy Eslava llena hasta los topes. Empezó tremendamente puntual, con Patagonia, como en el disco, y ya desde el principio con todas las cartas sobre la mesa, con toda la banda sobre las tablas.
Por: María Solano Conde
Dice Xoel López que la música ha supuesto en él un remedio para todos los males de la vida. De ahí el nombre de su último trabajo, Paramales, que el pasado jueves presentaba en una Joy Eslava llena hasta los topes. Empezó tremendamente puntual, con Patagonia, como en el disco, y ya desde el principio con todas las cartas sobre la mesa, con toda la banda sobre las tablas.
Se dirigió al público pasadas las tres primeras canciones, con la seguridad del que lleva dos décadas subiéndose a escenarios de todo el mundo, y a la vez con la placentera inquietud que supone mostrar por primera vez las canciones en las que ha trabajado en estos últimos años. A lo largo de la noche seguiría compartiendo breves comentarios y anotaciones varias entre canciones. Antes de Almas del norte, por ejemplo, confesó su pasado mod –con coreografía incluida, para dar prueba de ello-, la pasión por el soul de sus quince años. Las trece pistas que componen Paramales se imbricaron a la perfección con las de Atlántico, y el público parecía haberlas hecho suyas sin distinción. Con todo, Xoel se atrevió a preguntar si ya habíamos escuchado el disco. “Se agradece”, rio tras la confirmación unánime.
Antes de tocar Antídoto paró un momento para recordar el “Un, dos, tres, cuatro” que abre la canción, y explicó que Jairo Zavala llegó a grabar cuando el disco estaba ya grabado y en proceso de mezcla, de manera que fue lo único que pudo hacer. En esa noche fue el público el que se encargó de reemplazar a Depedro y marcar el compás de forma coral.
En Paramales hay un tema que llama la atención, si bien todos lo hacen a su manera. Se trata de A serea e o mariñeiro (La sirena y el marinero), cuya letra está escrita en gallego, y que el músico definió como “una cuenta pendiente que tenía con su tierra”.
Porque el gallego no reniega de su pasado. Lo demostró rescatando la más que mítica Historia Universal (El amor no es lo que piensas), que desembocó en un estallido de saltos y baile por parte del público. Lo demostró también con humor planteando la cuestión de qué respondía siempre que le pedían temas antiguos. “¡Que no!”, respondió la gente a coro, y Que no empezó a sonar. Reconstrucción (El mejor momento) fue otra de las que formaron parte de la noche, aunque tal vez se echaron en falta las Canciones paganas que publicaba hace ahora un año, y a las que ya se les ha cogido cariño.
Pasada una hora y media de concierto vimos a un hombre y a una banda desaparecer del escenario, para volver al poco tiempo con los bises. Estos abrieron con La casa hace ruido cuando no estás, compuesta por Lola García Garrido –que esa noche estuvo “en todo”, en palabras de Xoel; desde los coros, como acostumbra, a las percusiones y la melódica-. Para esta ocasión abandonó la parte de atrás, y la interpretó junto a Xoel, compartiendo micrófono.
Una vez hecho el repaso completo de Paramales y gran parte de Atlántico, el músico se despidió visiblemente feliz y emocionado. Pero el telón no cayó, ni el público calló. Aunque algunos asistentes empezaron a desertar, la inmensa mayoría permanecía fiel, pidiendo otra canción incansablemente. Al final Xoel cedió, pero avisó de que esa sí que sería la última. Y así viajamos a Buenos Aires, lugar clave en el viaje lleno de parabienes de la música de Xoel.