Por: Kepa Arbizu
No debe de ser la personalidad del músico de turno una variable relevante a la hora de evaluar su obra, pero en el caso de Mark Kozelek, el nombre real que se esconde tras Sun Kil Moon, ésta ha tomado un peso en cuanto a su exposición que como mínimo la hace digna de mención. Y eso es debido, primero, a la cada vez mayor exaltación de su difícil carácter en la que parece inmerso, dejando en muchos de sus conciertos un reguero de salidas de tonos, y lo más importante, que esa exacerbación de su “genio” pueda parecer que termina por expandirse en ciertos sentidos en su nuevo trabajo Universal Themes.
Tenía una labor complicada el norteamericano a la hora de tomar el relevo de su genial pasado trabajo Benji, y parece que la decisión tomada ha sido evitar equipararlos. Una determinación a la que llega precisamente tomando algunas peculiaridades que reflejaba su sonido en dicha grabación para multiplicarlas y trasladarlas hasta lugares insospechados, logrando un conjunto que casi a cualquiera sorprenderá y dejará descolocado. Será a partir de ahí cuando toque hacer el balance de esta experiencia.
Lo primero que llama la atención de estas ocho nuevas composiciones es su duración, la más corta ronda los siete minutos, mientras que la más extensa sobrepasará los diez, y que en su tratamiento nos encontramos con imbricados desarrollos con imposibles cambios de ritmo, pariendo en su propio interior diferentes canciones incluso. En el ámbito estilístico la pauta lo lleva ese folk íntimo y sobrio que ha ido construyendo a lo largo de su carrera, pero que en esta ocasión ha decidido decorarlo de todo tipo de adornos logrando en no pocas ocasiones alejarlo de su ámbito natural.
De su título, Universal Themes, tampoco podemos esperar aquello que se sobrentendería, y aunque es cierto que mantiene su reflexión sobre “temas universales”, su materialización será llevando hasta el último extremo esa manera autobiográfica de hacerlo, en esta ocasión convirtiéndolo en algo más parecido a un diario personal que recoge su día a día y en el que se amontonan todo tipo de referencias (sería imposible nombrarlas todas). Dicho tono narrativo se implementa por la forma de cantar de Kozelek, en la que ese deje recitativo aquí directamente se transforma prácticamente en modos de “rapeado”.
Pero todos estas extrañezas que contienen el disco sólo se pueden entender escuchándolo, y ya desde la inicial The Possum quedan mostradas con claridad. Partiendo de una base de folk acústico, le añade una repiqueteante percusión, doblará voces, las distorsionará y entonará airado casi como si de hip hop se tratara, creando una tensión que irá derivando hacia un relativo clasicismo envolvente. Precisamente en ese ambiente aparece un tema como Birds of Flims, quizás el más “normal” de todo el trabajo.
Básicamente las características comentadas son las que dominan este disco, aunque cada tema suele aguardar alguna sorpresa o hecho diferencial, por ejemplo en With a Sort of Grace I Walked to the Bathroom to Cry se deja llevar por el espíritu eléctrico de los Crazy Horse de Neil Young en su cara más abrasiva; Cry Me a River Williamsburg Sleeve Tattoo Blues desliza esos fraseos hablados por sendas hipnóticas y en Ali/Spinks2 definitivamente deja paso al “ruidismo” "made in" Sonic Youth, banda de la que precisamente su batería Steve Shelley toma partido en este álbum.
Difícil, aunque siempre lo sea esta vez más todavía, expresar con palabras lo que esconde el nuevo disco de Sun Kil Moon; su apuesta rupturista, aunque manteniendo varias de sus constantes musicales, es desconcertante. Ni mucho menos hay nada de malo en tomar dicha decisión, al contrario, el problema es que la ejecución no termina de adoptar un sentido conjunto, al final asistimos a una serie de excentricidades no muy consistentes, algo que nos recuerda demasiado a sus últimas actuaciones personales.