Social Antzokia, Basauri, viernes, 29 de mayo del 2015
Por: Kepa Arbizu
Fotografías: Lore Mentxakatorre
Tercer y último fin de semana del festival Maz Basauri, celebrado en la localidad vizcaína del mismo nombre, que hasta la fecha había acogido una buena representación de rock en sus diferentes variantes, que había incluido desde Burning a Ruper Ordorika pasando por Highlights, y que para su colofón guardaba una sorpresa: la presencia de Mike Farris, ex Screamin' Cheetah Wheelies y que desde su decisión de construir una carrera en solitario lo ha hecho centrado en los sonidos negros tradicionales.
Por: Kepa Arbizu
Fotografías: Lore Mentxakatorre
Tercer y último fin de semana del festival Maz Basauri, celebrado en la localidad vizcaína del mismo nombre, que hasta la fecha había acogido una buena representación de rock en sus diferentes variantes, que había incluido desde Burning a Ruper Ordorika pasando por Highlights, y que para su colofón guardaba una sorpresa: la presencia de Mike Farris, ex Screamin' Cheetah Wheelies y que desde su decisión de construir una carrera en solitario lo ha hecho centrado en los sonidos negros tradicionales.
Antes de dicha aparición no era menor aliciente ver a Julián Maeso, quien de nuevo demostró que ya le es insuficiente el calificativo, hasta ahora siempre recibido, de gran instrumentista, reivindicándose también como un genial intérprete y compositor. Dio buena cuenta de ello arropado por su excelente grupo, esta vez en su versión extendida incluida coristas, que merodearon por las diferentes representaciones del sonido clásico americano. Ese amplio abanico abarcó la elegancia sureña de It’s Been a Hard Day, la rotundidad funk-soul de One Way Ticket to Saturn o el rocoso hard-rock de Someday Maybe Someday. Incluso hubo espacio para sus personales versiones de canciones míticas como Wild Horses, más Leon Russell que Stones, o A Change Is Gonna Come, ésta incluida en su último trabajo, que derivó en éxtasis.
Llegaba el momento. El telón se habría para, tras ser presentado a modos de estrella del soul, asistir a la entrada de Mike Farris, que muy al contrario de lo que podía hacer sospechar su calado sombrero vaquero que le tapaba parte de la cara y un largo abrigo que no se quitó en toda la actuación, se mostró espídico, animado y comunicativo durante todo el concierto. Un show especial para finiquitar el festival que se basaba en, arropado por una banda formada por músicos locales, y que se mostró espléndida y compactada en todo momento, interpretar clásicos absolutos del rock-soul. Una decisión siempre arriesgada dado el nivel y el peso histórico de las composiciones originales pero que en esta ocasión el norteamericano consiguió integrar en su propio y desbordante espectáculo.
En ese éxito tuvo mucho que ver, además de su actitud arrebatada, la inteligencia para mover el espectáculo hacia posicionamientos más fiesteros, en los que por ejemplo participaron temas tan propicios para ello como el Ain’t No Sunshine, con su habitual juego con el “I know”, o la trotona Proud Mary, con papel especial de una de las coristas que inició el tema, pero siempre bajo una ejecución excepcional y personal aunque bastante fiel en esencia a las originales, con alguna interesante trasformación como el auténtico icono que es The Weight llevado hacia un cálido soul. Utilizando ese tipo de sonidos, pero en su vertiente más rítmica y dinámica, cargó en volandas temas como Hold On, I’m Comin’, Signed, Sealed, Delivered o la siempre propicia para la comunión con el público Land of 1000 Dances.
Sin duda Mike Farris destaca por su capacidad para, por medio de ese peculiar tono de voz profundo y chillón a la vez, emocionar al oyente, y en ese terreno, algunas de las canciones lentas de las que se sirvió principalmente para tal menester fueron la romántica Maybe I’m Amazed, la emotividad que desprende Helpless o la espectacular I’d Rather Go Blind, que pasó de lo emocionante e íntimo a lo exarcebado. En un ámbito más definidamente rockero aparecieron por ejemplo la sobria pero rotunda I’m a Man, en la que se enfundó la guitarra, o la stoniana Jumpin’ Jack Flash.
Pero en todo este conglomerado de emociones y homenajes tampoco quiso dejar fuera del repertorio una rápida mirada a su pasado glorioso con el grupo Screamin' Cheetah Wheelies; así que su banda dio un paso atrás y Farris se puso al frente para hacer un mínimo apartado y abordar una escalofriante Gypsy Lullaby, enseñar la patita de Boogie King y terminar con Ride the Tide.
Quedó demostrado que el festival Maz Basauri se guardaba un as en la manga para poner fin a la edición de este año, y si ya fue soberbia la introducción por medio de Julián Maeso, el espectáculo de Mike Farris fue de esos que probablemente queden registrados en la memoria de los asistentes y que en tertulias futuras salga a relucir. Buena culpa de ello también la tendrá su despedida del escenario, con la espectacular Try a Little Tenderness y la traca final, con Asier Porco Bravo de invitado, que supuso It’s a Long Way to the Top (If You Wanna Rock N Roll).