Por: Kepa Arbizu
30 años han pasado ya desde el debut discográfico de Giant Sand Valley of Rain. Desde entonces la banda norteamericana ha construido uno de esos discursos personales e incatalogables dentro del ámbito de la música de raíces. Evidentemente hay que aclarar que el término de grupo en este caso significa, sobre todo en los últimos tiempos, el acompañamiento elegido en cada momento por Howe Gelb para plasmar unas desbordantes inquietudes particulares, tal y como certifica una carrera densa y variada.
Para aprovechar esta onomástica se publica Heartbreak Pass, su nuevo disco, que si bien es cierto que no se trata de ningún recopilatorio de viejos éxitos ni nada por el estilo, sí que se observa en él un interés por mostrar todas, o casi todas, las vidas musicales que la formación ha acumulado a lo largo de su dilatada trayectoria. Para darle más empaque a dicha idea hay una larguísima lista de colaboradores/integrantes, por citar alguno, Grant Lee Phillips o John Parish, que además hacen referencia a diferentes épocas en su relación con Gelb.
Tampoco se podría decir que estemos ante un trabajo conceptual, o no por lo menos en el sentido que lo fue Tucson, pero el hecho de que haya sido realizado en una infinidad de estudios de grabación en todo tipo de países, parece influir en el hecho de que sea recurrente a lo largo del álbum una visión de ese nomadismo que llevan consigo los músicos, de los difíciles arraigos que encuentran; lo que significa como consecuencia que las tonalidades por las que transita el álbum contengan un cierto espíritu nostálgico.
En lo que respecta a la propuesta musical del trabajo se podrían hacer dos grandes subdivisiones, aunque en cada una de ellas hilando muy fino se podría buscar alguna otra. La primera básicamente se basa en desarrollar un variado catálogo en relación al sonido de raíces, con matices y formas diferentes. Eso supone que nos podemos encontrar con representaciones de ese habitual folk-country-rock desértico, Man on a String, o en ese mismo sentido una faceta más envolvente, a lo M. Ward, como la de Heaventually. Un toque primitivo, en parte logrado por la percusión, cercano a los ritmos rockabilly, se presenta en Hurtin’ Habit; la electrónica oscura se abre paso en Transponder, recordando a The Gutter Twins, mientras que Every Now and Then pulsa en dirección contraria, con un amable sabor fronterizo y vintage.
Eye Opening, con un sonido íntimo y emotivo como el de Mark Kozelek, se puede considerar como el tema que hace de transición hacia ese otro grupo de composiciones, que en esta ocasión apuestan por la sobriedad ambiental, en buena medida sujeta principalmente por el sonido del piano, y menos heterogénea. El tono jazzístico se impone en casi todas ellas: en la bella y elegante instrumental Bitter Suite, que parece tener su espejo, pero en esta ocasión cantada junto a Lorna Kelly, en Pen to Paper, mismo dúo que se manifestará cargado de íntima épica a través de Gipsy Candle, o en la humeante Done. El trabajo se cierra con austeridad y retomando las sonoridades folkies en su cara más íntima y minimalista, esta vez interpretada junto a su hija Talula en Forever and Always.
30 años han pasado desde el debut de Giant Sand, y viendo el sobresaliente resultado de este Heartbreak Pass, la capacidad de Howe Gelb para trabajar y amoldar a su antojo los sonidos americanos sigue intacta y tan personal como nos tiene acostumbrados, ya sea bajo nombre colectivo o el suyo propio.