Kafe Antzokia, Bilbao, sábado 11 de abril de 2015
Por: Kepa Arbizu
Fotografías: Lore Mentxakatorre
The Jayhawks es una banda de esas que, por mérito propio, no necesita traer ninguna novedad bajo el brazo, y la reedición de alguno de sus trabajos y un nuevo directo no computan como tales, para mover a grandes cantidades de seguidores, tal y como demostró el cartel de no hay entradas que registró el Kafe Antzokia el pasado sábado en Bilbao, una de las paradas que han hecho dentro de una gira que atraviesa La Península de norte a sur.
Otro de los elementos a valorar, en estos últimos tiempos, cuando se habla de los norteamericanos es la formación que traen, ya que aunque el que fuera cincuenta por ciento creativo de la formación, Mark Olson, lleve fuera de la disciplina del grupo años, hemos asistido a alguna tentativa por incorporarlo de nuevo puntualmente. Una situación que por lo visto tanto en estudio, con el Mockingbird Time, como sobre los escenarios, tenía más de intento por jugar con la mítica que un sentido artístico. En esta ocasión la banda viene liderada sólo por una de sus cabezas, Gary Louris, algo que parece la mejor medida para la propia banda y para sus seguidores.
Antes de que llegara su turno, los madrileños Laredo, formados por Manu Piñón y Pablo Pérez (The Right Ons, Lisa & The Lips), fueron los encargados de ir encaminando la noche hacia sonidos norteamericanos, aunque en esta ocasión se presentaran bajo una forma de pop-rock indie bastante evidente. Y así llegó el turno de The Jayhawks, que desde el primer momento nos dieron a entender que su propuesta se basaba en un sonido contundente, compacto y eléctrico, y es que sobre las tablas se juntaron en ocasiones hasta tres guitarras (la del propio Louris, Kraig Johnson y John Jackson), sumadas a la batería de Tim O’Reagan, también con una importante labor de aportar voces/coros, algo esencial en la dinámica de la banda, los teclados de Karen Grotberg y el bajo de Marc Perlman.
Precisamente por esa reivindicación del momento actual, una buena parte del repertorio se alimentó de los discos de le época post Olson, como quedó claro desde el inicio, al igual que el ánimo entregado de los asistentes, con la apertura por medio de la pegadiza y melódica I’m Gonna Make You Love Me. Demostrando esa faceta más guitarrera y enérgica, aunque siempre atravesada por esa melancolía marca de la casa, sonaron por ejemplo Big Star, en la que Louris lució una Fliyng V, la excelente The Man Who Loved Life con su imponente cambio de ritmo y majestuoso estribillo, o Tailspin, con la que cerraron la actuación.
Dentro de ese recorrido por su, llamémosle, segunda parte de la discografía de los de Minnesota también hubo espacio para los temas más lentos y donde las melodías más sensibles y sobrecogedoras se imponen. Interpretaciones como la sobria y campestre Tampa To Tulsa, cantada por el batería O’Reagan, o All the Right Reasons, supusieron algunas de las representaciones más notables, junto, cómo no, las reconocibles y por momentos casi lacrimógenas Save It for a Rainy Day o Smile.
La carrera del grupo norteamericano acoge en su seno algunas composiciones no ya representativas para la propia formación sino de la música de raíces de los últimos años. Evidentemente no podían faltar a la cita, sin importar la época en la que quisiesen hacer énfasis, una selección de ellas. Así que junto a una mirada a épocas pretéritas, interpretando la excelente Until You Came Along, de Golden Smog, sonaron auténticas joyas como la relajada épica de Ain’t No End (compartiendo voces O’Reagan y Louris), la versión ya adoptada como propia de Grand Funk Railroad Bad Time, que alargaron en juegos de virtuosismos, Waiting for the Sun, Blue, una canción que ha hecho y hará historia, o I’d Run Away.
The Jayhawks demostraron estar en un gran momento y sobre todo en el que quieren estar y en el que se sienten más cómodos, lejos de disputas internas. Así lo atestiguó un rotundo directo al servicio de ese sonido de raíces repleto de melodías que ha dado forma a algunas de las composiciones más emotivas de los últimos años. A pesar de que su legado y su manera de mostrarlo actualmente rebosa calidad, por lo visto sobre las tablas bilbaínas hay algo de ese espíritu que les ha hecho tan especiales que se quedó por el camino, algo que incluso podría ser injusto achacárselo visto el notable espectáculo que dieron y que palidece ante las expectativas, que ellos mismos confirmaron, de la publicación de un nuevo trabajo.