Por: J.J. Caballero
A Leo Mateos, líder y casi única mente pensante de la actual encarnación de Nudozurdo, le dio por ensayar canciones al teclado y empezó a juguetear con sintetizadores analógicos hasta que la inspiración le pilló trabajando. Dio entonces pie a Acuario, un edificio sonoro que de momento sólo se ha quedado en los cimientos pero que promete evolucionar conscientemente hacia una suerte de pop electrónico y oscuro. Y era inevitable que su reciente afición salpicara a su banda original, porque cuando alguien descubre nuevos ingredientes y condimenta sus platos con salsas de distintos sabores, lo lógico es que el menú incluya platos nada conservadores.
No es que la sazón haya alejado definitivamente el gusto primigenio, pero en esta nueva receta lo condiciona demasiado. Ni se aprecia en demasía la incorporación de la sólida batería de Ricky Lavado (habitual percusionista de Standstill) ni el tono trascendente, renegado de la vida y habitante de la oscuridad se aclara por un segundo. Sí entra la luz de las producciones ochenteras en resquicios logrados a medias como El grito (se nota la mano de Karim Burkhalter a los mandos) y en un ambiente más reposado en general, aunque impregnado de las mismas manchas de vinagre (Yo te protegeré, por ejemplo, parece todo menos una mando tendida en señal de auxilio). Las guitarras huyen del primer plano y la voz sube en curvas de ansiedad algo más controladas, intentando impresionar con un giro sonoro que es obvio y esquivo a un tiempo. Con la lograda intensidad de Bucles dorados contrasta el fallido electropop de Debo ser un robot, demostrando que no todos los músicos están dotados para las mismas cosas. Es loable el intento, no obstante, y el recurso a The Cure, una de las bandas “de toda la vida” en las que Nudozurdo terminan apoyándose tarde o temprano, salva el balbuceante desarrollo de Semillas nuevas, tal vez el tema que mejor ejemplifica el nuevo color de piel –ellos dicen que rojo- del trío.
Hay restos de serie que recuerdan al viejo grupo, y Carpinteros del mal y sobre todo Felicidad réplica parecen pertenecer al catálogo de Tara motor hembra con una nueva capa de pintura. Otro paso adelante, sin embargo, es el que da No siento el amor y tu amor es falso, donde comulgan con el arriesgado ejercicio de utilizar bases en la construcción de una canción pop, con todo lo simple y complejo que ello denota. El justo equilibrio para un trabajo que se antoja de transición y que se cierra con unas preciosas cuerdas, las que dibujan la extraña dupla Los bárbaros/Cuando creas que ya esté aquí me habré ido y anuncian un futuro sin norte definido pero con la brújula en pleno proceso de orientación. En cuanto las agujas vuelvan a indicar el punto exacto, nos olvidaremos de que una vez –y sin que sirva de precedente- un disco de Nudozurdo no nos entró a la primera.