Por: Kepa Arbizu
No tiene que suponer una sorpresa la noticia de que Julián Hernández, líder y miembro fundador de Siniestro Total, publique una novela. No sólo porque se ha encargado durante muchos años de las letras del irreverente grupo gallego, sino por sus múltiples colaboraciones en todo tipo de medios escritos (fanzines, revistas, periódicos...) e incluso por un anterior libro, dedicado éste a las interioridades del mundo de la música, de explícito título ¿Hay vida inteligente en el rock and roll?
No tiene que suponer una sorpresa la noticia de que Julián Hernández, líder y miembro fundador de Siniestro Total, publique una novela. No sólo porque se ha encargado durante muchos años de las letras del irreverente grupo gallego, sino por sus múltiples colaboraciones en todo tipo de medios escritos (fanzines, revistas, periódicos...) e incluso por un anterior libro, dedicado éste a las interioridades del mundo de la música, de explícito título ¿Hay vida inteligente en el rock and roll?
Sustancia negra es un artefacto literario, o mejor dicho incluso intraliterario, por utilizar las propias palabras del narrador de la obra, en la que, Insecto Palo, un ser vivo de esos anodinos, secuestrará a su vecino B (sin más nombre que se sepa), igual de anodino y ambos habitantes de un edificio “cachaverosódico” (no se molesten en buscar la definición de la palabra), para someterle a la tortura conocida como la “gota china”. Momento en el cual se producirá una curiosa “relación” entre ambos, a todas luces la más íntima que han tenido los compañeros de escalera.
Este suceso, y su desarrollo, es el eje de la narración. El “contexto histórico” sobre el que se sostiene es nada más y menos que la caída de Occidente, sumido en un caos continuo producido como consecuencia del descubrimiento de un cuadro hasta el momento oculto de Tiziano en el que se cambia la versión de los últimos momentos de Jesuscristo. Junto a todo ello asistimos a la aparición de hadas madrinas, extraños agentes secretos, seres inanimados habladores y un sin fin más de insólitas secuencias de hechos.
Si la música de Siniestro Total es un compendio de infinitas y variadas influencias, lo mismo se puede decir de este libro, el que parece ser el resultado de asimilar, agitar y explosionar, las de Roland Topor, Monty Python, Ramón Gómez de la Serna, Agustín Fernández Mallo, Rik Mayall (al que está dedicado la novela), Flann O’Brien, Franz Kafka o Boris Vian entre otras tantísimas. En todo ello, eso sí, se puede rastrear ese tono entre irónico, humorístico, punzante y surrealista, del que ha hecho gala siempre Julián Hernández al frente del grupo gallego, de hecho a los más avezados en su trayectoria les sonarán algunos giros y/o expresiones que aparecen a lo largo de la narración.
Difícil tarea la de explicar con pocas palabras (serían también insuficientes muchas ) el estilo, y la forma, que contiene Sustancia negra, en la que se utilizan técnicas típicas del dadaísmo como intercalar tipografías, aquí nos encontramos con lenguaje musical incluso, o desestucturar el texto por completo, se intercalan diferentes historias las que a veces resulta difícil ubicar en el tiempo. Todo regado con un sentido del absurdo que, como en tantas otras ocasiones, no deja de ser el reflejo estrambótico, e incluso asimilable, de la misma realidad.
Precisamente el verdadero logro de la novela, al margen de lo divertido y disparatado que resulta en momentos (impagable la última parte basada en un juicio), es que bajo esa apariencia de alucinógeno rompecabezas se filtra un relato sobre las pequeñas historias vitales, aquellas que conviven con el caos en el que estamos imbuidos, y del que tanto desconocemos (o nos hacen desconocer), tal y como queda expresado en una sentencia que aparece en el propio libro: “los grandes problemas, como todo en la vida, están en las pequeñas cosas”.