Sala Hangar, Córdoba, viernes 17 abril de 2015
Por: J.J. Caballero
Fotografías: Raisa McCartney
Para adjetivar con profusión lo que ocurre actualmente cada vez que un músico vocacional y, lo que es más importante, tremendamente funcional cuando se trata de buscarle las vueltas precisas a la puesta de largo de sus canciones en directo, habría que reinventar o dotar de un sentido más estricto al término “flipar”. Y no bastaría con la usual acepción “acción y efecto de…”. O ahora que lo pienso, sí, tal vez lo ideal sería pensar en que la descomunal acción incidental y el postrero efecto secundario interactúan de tal forma que la sorpresa se torna en deleite. Y espero no haber acumulado demasiados sustantivos en la introducción.
Por: J.J. Caballero
Fotografías: Raisa McCartney
Para adjetivar con profusión lo que ocurre actualmente cada vez que un músico vocacional y, lo que es más importante, tremendamente funcional cuando se trata de buscarle las vueltas precisas a la puesta de largo de sus canciones en directo, habría que reinventar o dotar de un sentido más estricto al término “flipar”. Y no bastaría con la usual acepción “acción y efecto de…”. O ahora que lo pienso, sí, tal vez lo ideal sería pensar en que la descomunal acción incidental y el postrero efecto secundario interactúan de tal forma que la sorpresa se torna en deleite. Y espero no haber acumulado demasiados sustantivos en la introducción.
Jero Romero sabe el terreno en el que se mueve y conoce perfectamente el alcance de sus canciones y la necesidad de que estas lleguen por los canales adecuados a la gente apropiada. Buscadores de tesoros acústicos, post-adolescentes indies de modernidad inducida, degustadores de sabores intermedios, incondicionales abanderados del pop de toda la vida y, ahora más que nunca, espectadores neutros y desengañados que salen de un concierto con la base de sus prejuicios completamente patas arriba. Bien por él, mejor por la banda que le acompaña, y perfecto por la parte de un repertorio exprimido hasta el tuétano.
Después de un extraordinario debut como Cabeza de león solo cabía perseguir la misma estrella con más asteroides acompañando la travesía o virar el rumbo y arriesgarse a perder el norte para siempre. Decisión inteligente la del toledano al perpetuar una fórmula que aúna delicadeza, profundidad y estilo en las canciones de La grieta, que obviamente y por mor de la actualidad deben encabezar sus presentaciones. Por tanto, unos deliciosos entrantes, a saber, También, Narciso, El mejor, El ventanal y Los columpios son justamente eso, precisión en estado puro, sin dar una nota de más –ni de menos- ni levantar expectativas de ruido y desmelene. Sin embargo, en cuanto se disponen a ingresar en el carril del centro Haciendo eses empieza el sudor. Es a partir de ahí, intercalando trabajos como si de un aplicado obrero se tratara (lo que seguramente es), cuando el grupo se suelta y advierte que Ya te lo decía yo puede resultar una advertencia de que las cosas crecen cuanto más calan en los oídos colectivos. Y antes de que veamos al solista como un Señor gigante atravesamos el vaivén melódico de Hombre mayor y hacemos cuerpo para Las leves y robustas líneas de lo que está por venir. Estirando y encogiendo los temas, con un sonido que ennoblece cada vez más a una sala Hangar que está ennobleciendo a su vez el ambiente pop de la capital cordobesa, los golpes de estudiada improvisación que capitanea la guitarra de un Charlie Bautista esencial para entender la música de tanta y tanta gente de la escena cesan y continúan al poco en Nadie te ha tocado y Devolverte, pequeños himnos ante los que palidecería cualquier elaborado plan pasado de decibelios enarbolado por bandas teóricamente más aguerridas. Amable Rodríguez, por el contrario, se muestra como un guitarrista coherente, con el virtuosismo justo para interpretar los temas y el temple de ensamblarlos con el bajo de otro que tal baila, Alfonso Ferrer, y la batería motorizada de Nacho García. Así, las dimensiones de un disco (dos en este caso) cobran verdadera relevancia.
Aquí no hay bises ni paripés que valgan, solo pequeñas introducciones para situar momentos y fechas de composición en un contexto en el que puedan ser compartidos. Correcto fue en su día una de las que más me gustó, y unida a Caer de pie, Leo, Fue hoy o El brazo parece una extensión de esos momentos mágicos que te toca vivir de vez ocasionalmente cada vez que escuchas una canción que te emociona a solo unos centímetros de distancia. Arañando minutos al finiquito, ‘Túmbate’ es coreada de forma unánime, y de la misma y Desinhibida forma, el final del concierto te convoca al comienzo del próximo por obra y gracia de El as que se guarda Jero en la manga corta de su camisa. Otra partida ganada cuando pocos daban un duro por tu farol.
Visto lo visto y escuchado lo escuchado, apetece pensar que a los Sunday Drivers, la anterior banda del señor Romero, les faltó la concreción de la que hace gala en solitario para establecer una conexión completa con el público que ahora le es incondicional. Y yo que incluso llegué a pensarme si merecía la pena asistir… mea culpa.