Por: María Ballesteros
Genuino y mesurado. Así es Matthew E. White. Una combinación exótica que en su primer disco, Big Inner, se hizo evidente a los pocos segundos de escuchar Big Love; una de las mejores canciones que ha dado la música estadounidense en 2013.
En este nuevo LP de 10 canciones, Fresh Blood (Spacebomb, 2015), White muestra su poderío gracias a las armonías vocales, la orquestación,los riffs, una interpretación vocal que ha evolucionado de comedida a sexy y una mezcla sobresaliente.
Take Care My Baby, la canción que abre el álbum, habla sobre cuidar a quien se ama. La declaración de intenciones de este tema lo convierte en un himno discreto y gustoso de tararear. Rock & Roll Is Cold, el single de presentación, tiene un halo de canción publicitaria que le hace alejarse de la profundidad y sensualidad del resto de cortes del disco.
Fruit Trees, la canción número tres, tiene cimientos de rap. Lo delatan los riffs de piano y guitarra, los coros, la percusión. Otros temas que engrandecen este Fresh Blood por su calidad instrumental son Circle Round the Sun (que recuerda a The Band) o Feeling Good Is Good Enough. También destaca Vision, una oportunidad de sacar pecho para convertir la autoayuda en un recurso alejado de la lástima.
El productor y multiinstrumentista Trey Pollard vuelve a ser el cómplice fundamental de White para este disco. Lo fue para el anterior y para la salida del cascarón de otros artistas de Spacebomb como la delicada Natalie Prass (una de las sorpresas de este 2015) o el naif Grandma Sparrow. Los coros femeninos revolotean constantemente a lo largo de todo el LP. Puede que sea Prass, el digno falsete de White o los coristas con los que apareció hace unos días en el programa de David Letterman.
El álbum se cierra con Love Is Deep. Una canción ligeramente festiva y menos densa que el resto de composiciones. Lo cual la convierte en un soplo de aire fresco que aligera la solemnidad del disco.
Matthew E. White se ha ganado el respeto de crítica y público por materializar con elegancia y maestría canciones que no caen en clichés. No hay otro como él. Ha sabido canalizar sus influencias para no copiar al pie de la letra lo que le ha inspirado y así ofrecer un sonido propio. Con este segundo disco vuelve a desmenuzar su interior. Lo cual confirma, por segunda vez consecutiva, la contundencia, el talento y la coherencia de los que hace gala este artista de Richmond (Virginia).