Por: María Ballesteros
Una primavera interminable. Es lo que propone Carlos Sadness en su nuevo trabajo, La idea Salvaje (Octubre, 2015). El barcelonés ha abandonado esa nostalgia que materializó en su primer disco, Ciencias Celestes (2012), gracias a melodías que incitan a salir a la calle, a bailar; a no quedarse en casa lamiendo heridas. Para este nuevo álbum, grabado en Abuelita Studios, Sadness ha trabajado con Dan Hammond (The Parrots, The Noises o La Casa del Árbol), Stefano Maccarrone (Mendetz); ambos, músicos y productores. Para la post producción contaron con Tony Doogan, el ingeniero de Belle and Sebastian. Alguien a quien también recurrió Russian Red para su disco Fuerteventura.
Las historias que cuenta Sadness siguen balanceando el amor con metáforas hiladas a base de estrellas, elementos espaciales, geometría, paisajes idílicos, islas tropicales, ropa veraniega y cócteles con pajitas de colores.
El disco se abre con Qué electricidad, material indiscutible para la pista de baile. Un buen intento de acercarse a Two Door Cinema Club. La colaboración de Santi Balmes, cantante de Love of Lesbian, en No vuelvas a Japón parece algo estratégica. Dicha canción podría ser un descarte del disco que publicó el grupo de Balmes allá por 2007 titulado Cuentos chinos para niños del Japón.
Las chicas guapas de cabello largo con vestidos de flores parecen ser las musas eternas sobre las que habla Sadness, quien deja al descubierto su coquetería de una forma simpática en Miss Honolulu: “Te voy a matar cuando me acabe de peinar”.
En este nuevo álbum Carlos Sadness practica el pop tropical (ese que se adereza con ukeleles, palmas, xilófonos y riffs de guitarra con mucha reverberación) con más énfasis que en su primer LP. Este género es una apuesta segura porque se sabe que triunfa (especialmente entre los asiduos a festivales nacionales de música indie) y porque ya lo practican grupos como Cristal Fighters. El inconveniente es que llevamos demasiado tiempo escuchando el mismo tipo de producción floreada. La idea salvaje ha llegado un poco tarde. Por eso, ya no sorprende.