De verdad que a estas alturas de la película, ante un panorama cada vez más atomizado y mimético, uno agradece enormemente que en los márgenes más independientes del mismo podamos contar con artistas únicos en su especie, dotados de personalidades tan camaleónicas y fuertes como la que siempre nos muestra el barcelonés Carlos Ann en cada una de sus obras.
Si hace tan solo dos años nos entregaba Agatsu un trabajo premeditadamente denso en cuanto a texturas y ritmos, apenas unos meses atrás se presentaba revestido en novedad con Gelman, el disco en el que en compañía de Mariona Aupi ponía voz y sentimiento al servicio de los textos de Juan Gelman; dos álbumes que poco o nada tienen que ver con Holograma, la última colección de canciones que editó hace unas semanas.
Y es que con Holograma el bueno de Carlos nos ha vuelto a pillar con el píe cambiado; básicamente porque bajo ningún precepto aquellos que nos consideramos sus seguidores hubiéramos pensado que firmaría una decena de composiciones sorprendentemente inmediatas, casi de base pop, en las que la cotidianeidad estará al servicio de parte de los textos, siempre entendida desde el particular prisma de un artista que creemos merece categoría aparte dentro de nuestra música.
Porque claro introducir en la reseña de un disco del maestro las palabras “pop” y “cotidianeidad”, no necesariamente deben retrotraernos a las definiciones típicas y tópicas en las que se caen cuando nos referimos a otros compañeros de profesión. Lo suyo merece un capítulo distinto, escrito con letras empapadas en crudeza y brillantez.
Es bajo todos estos parámetros en los que nos encontraremos con la belleza de una noche sin final que propone en Amanecer, una de las mejores canciones de toda su trayectoria; la fenomenal Transparente, una historia de amor y espinas solamente a la altura de un genio, y Vamos a la Luna, perfecto cierre para una trilogía inicial que gira alrededor de las relaciones; elementos más que suficientes para darse cuenta de que en Holograma el nivel medio será cuanto menos notable.
Con Rockstar nos adentramos en una atmósfera cada vez más oscura y decadente, esas que tan bien sientan a las canciones de Carlos, en una crítica nada velada hacia la falsedad y artificialidad que rodea al mundillo mainstream, algo que en cierta medida parece continuar en Tu Espacio, aunque en ésta ocasión centrada en la vida urbana y el caos de nuestro día a día. En Seres Influenciables muestra quizás la cara más cercana al techno industrial/ house en otro ajuste de cuentas, ésta vez con el capitalismo y la progresiva degradación del paisaje urbano barcelonés, y Cuando las fiestas se Acaban, donde ahonda de nuevo en esa temática de noches sin final que pasaron a mejor vida.
La recta final del disco se abre con el falso optimismo y luminosidad de Ilusión, continuando con la declaración de intenciones que supone Solución, que encierra algunos fraseos que bien podrían hacernos recordar a los zaragozanos Niños del Brasil, y el cierre definitivo que suponen la imágenes de Fluorescencia.
Después de escuchar Holograma estamos en condiciones de afirmar que es el álbum más accesible musicalmente hablando de cuantos nos ha planteado Carlos Ann; las bases electrónicas siguen presentes pero con un tratamiento más sencillo de asumir, algo que también sucede con unas letras menos cripticas y densas, al menos inicialmente puesto que a medida que avanza el minutaje nos encontramos con un universo más oscuro que da forma a un genial álbum de contrastes al que desde ya consideramos la obra perfecta para empezar a conocer a uno de los mejores músicos que actualmente tenemos en nuestro país.
Es el momento y la oportunidad perfecta para acercarse al universo de Carlos Ann; no dejes pasar la ocasión de caer en sus redes. De verdad que una vez dentro, no podrás escapar de ella. Te lo dice la voz de la experiencia.