En el mundo de la música, como en los demás, conviven todo tipo de perfiles; eso incluye, como no podía ser menos, a una suerte de “francotiradores” difíciles, cuando no imposible, de encasillar bajo ninguna etiqueta, constituyéndose en unas entrañables anomalías. Precisamente eso es Malcolm Scarpa, un tipo de intérprete-compositor con trazas de trovador iconoclasta y contemporáneo, tan poco habitual como necesario.
Y es que el madrileño ha construido ya una larga y poblada carrera en solitario, donde se apilan, por encima de todo, canciones de todos los tipos y colores que a grandes rasgos, y con el riesgo que conlleva en un músico tan heterodoxo como éste, se podrían dividir en dos grandes bloques: el primero aquel que abarca sus grabaciones orientadas al blues y en el otro, dicho de forma gruesa, todo lo demás, lo que engloba casi cualquier estilo conocido (pop, rock, jazz, bolero, psicodelia, etc...).
Precisamente en esa amalgama sonora es en la que hay que encuadrar su nuevo trabajo, Something Like That!. Se trata de otro compendio, en definitiva, de ese talento creador y multiforme que siempre lleva consigo Malcolm Scarpa, y que en esta ocasión se manifiesta bajo un tono generalizado melancólico y nostálgico, siempre apoyado en una presente, pero concisa y delicada, instrumentación, que termina por pulir y añadir matices a las composiciones, como por ejemplo lograr dotarles en ocasiones de un curioso poder entre lo visual y cinematográfico.
Con la vista puesta, como es habitual en su obra, en los hechos cotidianos, aquellos que como dijera el cineasta Roberto Rossellini aparecen de la misma manera que los actos nobles y trascendentales, y en cierto tipo de ácido costumbrismo, a través de ellos dará buena muestra de su excelente manejo de las melodías pop. Ahí están por ejemplo los juegos vocales a lo Beach Boys de la soberbia The Strangest Family; la forma más épica y grandiosa, visible también en su forma de interpretar, de Heart to Heart que nos remite a The Beatles; la belleza envolvente de Come What May o la sobria pero repleta de pequeños detalles instrumentales Please Don’t Cry.
Demostrando su habilidad para moldear este tipo de melodías las incorporará la psicodelia, ya sea a pequeñas gotas, administradas en la pegadiza, con aire a los Kinks, Shame on You, donde mezcla sin ningún pudor el castellano y el inglés (no será la única vez), o de una forma más evidente como en El Baile de Luisa Lonesome, empapándose de ambientes que toman como referencia desde The Zombies a The Left Banke pasando por Strawberry Alarm Clock.
La parte más variada, y que aporta ese punto heterodoxo pero sin romper las sensaciones unitarias que mantiene el álbum, llega de la mano de canciones como la desértica y cabaretera (con aires de jazz- blues) La alfombra voladora; la cambiante Marie Brizard, que comienza con un riff oscuro de rockabilly cercano a los Stray Cats para acabar en una zona muy Sgt. Pepper’s; el ramalazo a lo David Bowie de Tic Tac o la elegancia de puro crooner que supura Dissonance in Blue. El punto final lo pone la melancólica, acompañada de un emotivo sonido de acordeón, The Strength of the Sea, en la que el madrileño recita de forma solemne versos de lo más variopintos para trasladarnos esa sensación de estar apostados al borde del mar asistiendo a una despedida.
Probablemente la música podrá sobrevivir a la desaparición, o disminución, de la industria discográfica, a los problemas con las salas y sus espectadores, a la mayor o menor presencia y profesionalidad de los medios de comunicación o a infinidad de sinsabores más, pero desde luego, de lo que no podrá prescindir jamás, es de esas personas que desde una total independencia siguen afanadas en hacer maravillosas canciones y a jugar con las melodías. Malcolm Scarpa, como demuestra en este nuevo disco Something Like That!, es uno de ellos. Celebremos su existencia y aprovechémonos de ello.
Kepa Arbizu