Bunbury: “Madrid, Área 51”

Debo confesar con la más absoluta sinceridad que llevo semanas enganchado a Madrid, Área 51, el nuevo disco y Dvd en directo del maestro Enrique Bunbury. Un trabajo al que me encuentro anclado desde el mismo momento en que se publicó y del que no consigo despegarme ni a tiros, tanto es así que lejos de pararme a escribir una crónica del concierto que el aragonés errantes ofreció hace tan solo unos días en nuestra ciudad, algo que a buen seguro nos hubiera asegurado un buen rédito de visitas, he preferido dedicar éste texto a su reciente obra con la que consigue dejarme boquiabierto una y otra vez. 

Y es que es aquí, sobre todo en el momento en que uno se pone frente a la televisión, secundado por un equipo de sonido de calidad relativamente aceptable, donde te das cuenta que Bunbury sigue siendo el más grande. ¿Por qué? Porque más allá de un repertorio a prueba de bombas tocado con absoluta maestría por una banda mayúscula sin fisuras, hay cosas que no se pueden impostar y menos aún comprar. 


Estoy hablando del carisma, de la capacidad innata para justificar el precio de una entrada no solamente con un montaje espectacular sino también con la mera presencia sobre el escenario; y eso es palpable en éste trabajo desde el mismo instante en que Bunbury emerge del Ovni, el mismo que personalmente a veces creo que le debió dejar hace un puñado de años en su Zaragoza natal, porque sí, a veces lo suyo no es de éste planeta, antecediendo los primeros compases de la rotunda Despierta con la que sería capaz de meterse en el bolsillo de por vida a cualquiera de sus detractores, en caso de que estos sigan existiendo a éstas alturas de la película. 

A partir de ahí un espectáculo de dimensiones descomunales se abre paso, guiado por la presencia del mejor frontman del panorama patrio, quien invita a su parroquia, totalmente entregada desde el instante inicial, a un recorrido por parte de lo más granado de una trayectoria en solitario tan camaleónica como interesante, en la que abundan las grandes canciones con sabor a rock y glam, a tango y blues, con aromas arábicos de atardecer mediterráneo y también de claro sabor americano, de uno y otro hemisferio, mezclándose en un más que interesante cóctel repleto de sabor y calidez donde las invitaciones a la reivindicación personal, la rebelión, la convivencia pacífica entre humanos y al amor, en todas sus expresiones pero por encima de todo a una profesión, la de músico, son una constante. 

Madrid, Área 51 es la demostración palpable de que con un escenario de por medio hay pocos músicos que puedan estar a la altura de Enrique Bunbury; un artista en toda su extensión, trabajador inagotable, que un buen día decidió romper con todo, alejándose de la tan temida zona de confort en la que otros muchos compañeros de profesión parecen sumidos desde hace décadas, para demostrar que en la experimentación, en la búsqueda y en el riesgo se encuentran muchos de los tesoros ocultos con los que solamente se encontrarán los viajeros incansables, ávidos de nuevas experiencias como él. Bravo, Enrique. Grande entre los grandes. 

Por: Javier González/javi@elgiradiscos.com