Si alguien mostrara ante este nuevo disco de AC/DC, el número quince en su carrera, cierto hartazgo a la hora de acercarse a unas composiciones que, sin demasiada probabilidad de fallo, se desarrollarán bajo la mecánica de siempre y que en pasadas ocasiones recientes tampoco han dejado un rastro demasiado interesante, sería perfectamente entendible. Como también lo sería rendir pleitesía a cada novedad que presenten los australianos, ya que serán parte de un legado épico y esencial en la historia del rock, además es de esperar que su patrón sonoro no albergue casi ningún cambio, y eso es una carta casi seguro ganadora.
En esta tesitura, quizás lo más recomendable es liberarse de cualquier atadura y predisposición, sea en una dirección o en la contraria, y acercarse sin prejuicios a unas canciones que han visto la luz precedidas de toda una serie de acontecimientos extra musicales que habían enrarecido algo el ambiente. Hablamos de la confirmación de la enfermedad (demencia) de Malcolm Young que le ha alejado de la banda, a pesar de que ha participado en la composición de los temas del nuevo álbum, y el particular descenso a los infiernos de su batería Phil Rudd, incluidos problemas legales, que parecen colocarle también más fuera que dentro de la disciplina de la banda.
Con todo este panorama aparece un trabajo de explícito nombre, Rock or Bust, y de no menos directa portada, con las iniciales del grupo esculpidas en piedra sobre el fondo de un gran altavoz, metáfora fácil de dilucidar en su propósito de transmitir esa esencia rocosa y contundente de la que hace gala el grupo. En esas intenciones vuelven a contar con Brendan O’Brien (Pearl Jam, Stone Temple Pilots, etc...), el que parece ya hombre de confianza en los últimos tiempos en la labor de llevar los mandos, y cuentan con la aparición de Stevie Young, sustituto de su tío Malcom, una labor que ya había desempeñado en el algún momento puntual del pasado y que por lo tanto le hace conocedor de la idiosincrasia de la banda, algo que remite en parte la sensible baja del cofundador.
Y llega el quid de la cuestión, saber qué nos ofrece este trabajo, si una continuación del melifluo Black Ice, o un intento de reverdecer viejos laureles. La primera canción (homónima) del disco empieza a discernir dudas o por lo menos nos pone en el camino para ello. Lo que nos encontramos son esos riffs duros presentados en oleadas, sección rítmica rotunda, una voz aguda y estridente marca de la casa de Brian Johnson y un estribillo que busca la épica para su función de ser coreado. Todos ingredientes conocidos de sobra pero que toman aquí una representación de lo más válida y que a cualquier seguidor de los australianos, y por extensión de los sonidos duros, le hará agudizar el interés y sintonizar con el álbum.
Pero la parte más cruda y salvaje del disco no se queda ahí, al contrario, todavía nos va a deparar episodios más apetecibles. Por ejemplo la magnifica Dogs of War, con unos inicios insinuantes que van cogiendo ímpetu en busca de un ritmo más oscuro y correoso, con ecos incluso a Black Sabbath, y con otra buena ración de pegadizo estribillo. En la segunda parte del disco, creando un tramo final realmente vibrante, se juntan varias recreaciones de hard rock clásico; desde postulados más rítmicos e incluso bailables, donde se junta el nervio y el descaro, como son los de Baptism by Fire, a representaciones puramente “ledzeppelianas”, como Rock the House, que algunos detalles de su construcción pueden recordar incluso al Black Dog, o Emission Control.
Pero el disco, a pesar de lo granítico de su portada, también cuenta con algunas derivaciones, dentro de ese corsé estilístico que viste la banda, de su sonido. Ahí están los jugueteos guitarristicos de Play Ball; los aires de rock and roll que pululan por Rock the Blues Away, que hasta les puede llevar hasta los The Georgia Satellites; el lado más blues en Got Some Rock & Roll Thunder o el deje boogie que se aprecia en Hard Times.
Sería incluso una falta de respeto solventar este Rock or Bust diciendo que no descubre nada nuevo, ya que AC/DC lo que tenían que descubrir ya lo han hecho y de qué forma. Además hay que valorar de manera muy positiva que nos encontremos a estas alturas con unas canciones que desprenden fuerza al clásico estilo de los australianos, dando forma a un conjunto realmente interesante. Utilizando la máxima de Unamuno, se podría decir aquello de “¡qué inventen ellos!”, porque esta banda ha sido capaz de crear escuela, e incluso por lo visto en este nuevo trabajo, todavía con capacidad para sacarle muy buen jugo.
Kepa Arbizu