Un año después de su logrado Love From London (2013) nos llega el vigésimo larga duración (Soft Boys al margen) de este prolífico e incansable músico que nuevamente tiene algo nuevo que ofrecernos. A día de hoy este artesano de la canción ya ha compuesto más de 500 canciones y parece que no quiere pararse aquí. Con los aromas pop ochenteros de sus días con los Egyptians, Robyn, en LFL nos cantó al optimismo y a la calidez humana de estos tiempos de caos, corrupción política y control de las grandes corporaciones.
Ahora con The Man Upstairs vuelve a exhibir su enorme capacidad de explotar las emociones humanas, pero en este caso lo hace abandonando la vida pública para adentrarse en la vida privada. Pues en los diez cortes de lo nuevo profundiza sobre los sentimientos más cercanos, y lo hace desde un barroquismo e instrumentación delicada que da resultado a uno de los discos más bellos del ejercicio.
Contando con la producción de un veterano Joe Boyd ( Nick Drake, The Incredible String Band o Fairport Convention), especialista en los sonidos acústicos, la instrumentación del disco se limitada a la guitarra acústica, al piano y a la sección de cuerda funcionando a las mil maravillas.
Otro acierto lo encontramos en la portada, obra de la músico country y artista Gillian Welch, que mezcla lo naif con lo macabro, en un gráfico que puede recordar a la funda del Chicken Skin Music de Ry Cooder. ¿Coincidencia?
Pero The Man Upstairs se caracteriza ante todo por combinar grandes revisiones de temas ajenos con material de propia facturación, con un resultado que no ofrece fisuras y que mantiene perfectamente la unidad del bloque.
Ya de inicio se escucha la acústica y la cálida voz de este otro maestro Hitchcock cuando aborda The Gohst In You de los Psychedelic Furs, dando una maravillosa vuelta a una pieza que se encontraba perdida en el tiempo. Menos destacable es The Cristal Ship de los Doors, quizás porqué la tenemos demasiado presente con la voz de Jim Morrison, a pesar de reinventarla a base de aires misteriosos a las cuerdas y al piano.
Otra conocida que se apropia es To Turn to You de los Roxy Music, que dramatiza desde la intimidad con un cello usado como lo hacía Nick Drake en sus discos allá por los setenta (buena mano la de Boyd). Las otras dos versiones son de artistas menos conocidos, como el cantautor norteamericano Grant Le Phillips (la íntima Don’ t Look Down) y el grupo indie noruego I Was a King ( la poppie y animada Ferries) de la que además cuenta para el disco con la guitarra y voz Anne Lise Frøkedal.
Entre los temas propios encontramos ejercicios de chanson francesa (Comme Tojours), adorables baladas cristalinas (San Francisco Patrol), folk épico (Trouble In Your Blood), bluegrass (Somebody To Break Your Heart, armónica y cita a Madrid inclusive) y aletargamientos de romanticismo (Recalling The Truth).
Todo ello creado para el disfrute de un tipo que sigue haciendo lo que quiere, quizás acomodado en su estatus de segundón y de nombre de culto, pero para nada desmereciendo sus enormes virtudes y capacidad para seguir emocionando con su pop-folk deluxe.
Alejandro Guimerà