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Quique González y Lapido. Ladramos, luego existimos

Kafe Antzokia, Bilbao, 15 de Noviembre de 2014 

No es nada habitual, en nuestro entorno, la existencia de un músico que teniendo como base musical los sonidos americanos, y además practicándolos de forma solvente y de calidad, cuente con el beneplácito de un público mayoritario. Evidentemente hablamos de Quique González. En otro plano se mueve José Ignacio Lapido, de carrera dilatada desde sus inicios con los míticos 091, que trabajando bajo unas pautas genéricas parecidas a las del madrileño su apuesta es más sobria e íntima y viene acompañada por un número más reducido pero irreductible de seguidores. La admiración y el respeto mutuo les ha juntado en una gira llamada Soltad a los perros y que el pasado sábado recaló en Bilbao abarrotando el Kafe Antzokia (que se quedó sin entradas) y confirmando que estamos ante uno de los espectáculos más importantes que se ha fraguado en el contexto rockero. 

El show ha sido creado incorporando temas de los dos, interpretándolos en ocasiones ambos, intercambiándose los papeles o cada uno defendiendo sus propias composiciones. Junto a ellos les acompañan músicos provenientes de ambas formaciones, de la parte del granadino cuentan con sus inseparables Víctor Sánchez y Raúl Bernal y de la del madrileño Pepo López y Edu Olmedo. Como si de un “mediador” se tratase, por aquello de no estar integrado en ninguno de los “bandos”, se encontraba el multifacético, aquí en su faceta de bajista, Ricky Falkner

Estamos ante una gira conjunta que tira por tierra la lógica matemática del “uno más uno, dos”, ya que la suma de ambas partes en este caso da un nuevo “ente”. Precisamente la mayor virtud que atesora esta conexión es que cada cual, y su gente, aporta una serie de características personales (sobriedad y elegancia se dan de la mano con una mayor emotividad y desparpajo) que terminan por empastarse a la perfección, dando como resultado un espectáculo de rock de muy alto nivel, capaz de aunar dos maneras, parecidas en su germen pero con muchos matices en su desarrollo, de entender este sonido. Una variedad que también se manifestó en un público con algunas particularidades no muy comunes en este tipo de eventos. 

Y qué mejor manera de comenzar un espectáculo bautizado con el nombre de Soltad a los perros que con una composición de Lapido que lleva por título Ladridos del perro mágico y que desde un primer momento ponía sobre las tablas esa melancólica electricidad que tomaría otras representaciones como en la rotunda Luz de ciudades en llamas, interpretada por el propio granadino. No podían faltar tampoco a la cita esas melodías típicamente obra de Quique González: lentas, emotivamente pegadizas, como La luna debajo del brazo o En el backstage, o esos medios tiempos igualmente melodiosos de Me agarraste, Se equivocaban contigo o Deslumbrado

Siguiendo con ese alarde de emoción, pero alcanzando cotas más profundas y perfectas, sonaron la épica y magistral El carrusel abandonado; la emocionante Algo me aleja de ti, la acongojante En medio de ningún lado; esa peculiar mezcla entre lo americano y la ranchera que es Dallas-Memphis o la que hasta ahora es la última composición de Quique González, la excelente Clase media

La oscuridad que desprende Antes de morir de pena fue la antesala para una de las descargas rockeras de la noche, que empezó con la robusta Kid Chocolate y a la que siguió Hotel Los Ángeles, donde se mostró el madrileño más desenfrenado y en gran comunión con la banda y con el público. Algo que sucedería de nuevo con una segunda tanda de este tipo de interpretaciones, en esta caso a base de Cuando por fin y De espaldas a la realidad

El mismo día en que tenía lugar este concierto se celebraba en Madrid un homenaje por los quince años de la muerte de Enrique Urquijo, algo que aprovechó Quique González para entonar en solitario uno de sus temas, Hoy no. Seguidamente fue el turno de ver a Lapido escoltado únicamente de Víctor Sánchez y Raúl Bernal para interpretar lo que ya es un himno en su discografía, y casi extensible al rock de los últimos años, En el ángulo muerto. El recuerdo para los míticos 091, con ya todos reunidos otra vez en el escenario, se materializó con la bellísima Nubes con forma de pistola y el “rush” final de la noche se inició con la pegadiza, y coreable, Vidas Cruzadas, la genial, con su imponente cambio de ritmo, Cuando el ángel decida volver , y el fin de fiesta de la mano de la rockandrollera ¿Dónde está el dinero? 

Por típica no deja de ser la expresión más ajustada para definir lo vivido como una noche de rock, y además cantado en castellano y con la virtud de su empeño en contar historias. Las diferentes piezas que formaban este puzzle supieron amoldarse a la hora de transmitir un mensaje unívoco y de mostrar una compenetración encomiable. Cada cual podrá elegir su repertorio, repasar y/o matizar el rol que adopta cada uno de sus integrantes, pero parece poco discutible la calidad y la pegada de la propuesta. Que no paren de ladrar jamás los perros, por lo tanto.

Kepa Arbizu
Fotografías: Lore Mentxakatorre