Nadie se resiste a este disco. Y es que la segunda entrega como solista de Carlos Cros (ex Selenitas) tiene una energía rebosante y una colección de canciones maravillosas por descubrir.
Si fuera una película sería El amor en fuga de Truffaut. Álbum y obra conectarían entre sí a través de esas pequeñas puertas que se abren y otras aún más grandes que se cierran. Romántico y gamberro con un sonido castizo dándole a cada canción lo que necesita.
La cuenta atrás abre esta pequeña obra de arte ajustando cuentas con amabilidad al año que se acaba, cantándole al tiempo perdido con esperanza y atrapando recuerdos para luego atesorarlos.
Tirando hacia adelante, o incluso huyendo, llega empujada por una guitarra acústica La distancia, urgente y valiente, en versos certeros: “...ahora que ya tengo el mundo en mi poder yo propongo la distancia...” canta Carlos arropado por un fronterizo arreglo de trompetas.
El single homónimo se sostiene con un riff clásico y un texto chulesco. A continuación la trilogía preciosa formada por Cosas que nunca se olvidan, Qué estupidez y No más lágrimas componen el núcleo mas emotivo y bello del disco. En la primera evoca la nostalgia con una sonrisa “...desatando el pesa de la soledad, ahora necesito decir la verdad...”. En la segunda se cae enredado en un arpegio de guitarra “...yo empeñado como un crío en que me quieras. Eso no se pide, eso se entrega...” y ya en la tercera acepta el final sin reproches al ritmo de una habanera con gritos y arrabal “...duerme tranquila y que nadie te diga si lo hiciste bien o lo hiciste fatal”.
Hay también lugar para la chanson en La última vez que vi Paris. Resaca y swing en Esta vez no pierdo el tren: “...crecer y no saber muy bien que hacer con tu vida...”, esto amigos es la voz de nuestras conciencias, o por lo menos de la mía.
Ya, al final del viaje llega la despedida con esa rumbita catalana que es Tiempo al tiempo y de repente te sorprendes sonriendo con la certeza y la esperanza de que las cosas al final van a ir estupendamente. No te creas nada de lo que diga la televisión, el mundo siempre es un lugar mejor.
Alegría y romanticismo.
Por: David Doinel