Uno se topa, o va en la búsqueda, con la música de Luis del Roto y al momento intuye que se encuentra ante algo especial, personal. Evidentemente esto no significa que esté todo el trabajo ya hecho y que inmediatamente uno vaya a quedar rendido ante su propuesta, ahí deben de intervenir todavía otros factores, pero desde luego es ya un primer paso recorrido bastante importante en esto del arte.
La III fotografía es el segundo disco de este joven madrileño bregado en diferentes batallas dentro del rock y que le ha llevado hasta un momento actual en el que se presenta en formato individual. Como todo trabajo nacido después de un prometedor debut (Yo fui el asesino) tiene la casi obligación, y consiguiente responsabilidad, de como mínimo aportar un grado más que su predecesor. Si en aquel primer álbum nos encontrábamos un rock oscuro, con aires casi pendencieros, con la vista puesta en el sonido americano pero con un indudable arrebato castizo, en esta “continuación” se mantienen esos ingredientes pero se advierte un claro paso adelante, consistente en la decisión de cuidar los detalles, de instrumentar las canciones y a la vez de conformar un ámbito sonoro más compensado, complejo y a la vez unitario.
A la hora de hablar de esta evolución, o para ser más exactos llamémosle esmero por la perfección y/o el detallismo, se puede relacionar también con sus letras, al igual que la parte musical ambientadas en el lado sórdido y en este caso visiblemente influenciadas por autores como John Fante, Charles Bukowski o Henry Miller, que se muestran ahora menos obvias, más poéticas de alguna manera y tratando de mirar menos hacia el exterior y apostando por un tono más introspectivo. La canción elegida para abrir el disco, 40 cartas, compendia bastante bien todo lo que encuadra el estilo de Luis del Roto, o cuanto menos una buena parte de su esencia. En ella nos encontramos con ese sonido americano polvoriento y arrastrado dirigido por su peculiar voz, una mezcla entre Joaquín Sabina, Andrés Calamaro y el propio Bob Dylan.
Un tema como Sleazy agudiza el tono majestuoso, incluyendo tanto riffs eléctricos de contundencia como la utilización de la sección de metales, plasmando ese trabajo de instrumentación del que puede presumir el disco. Aunque Cara V comience con una forma más desnuda y sobria, que nunca va a perder del todo, se le irán sumando más capas instrumentales. No hay demasiadas dudas sobre qué género es el que sustenta una canción titulada Especie de blues, donde de nuevo es fácil ver la sombra del autor de Like a Rolling Stone. Siguiendo con el género negro Todas o ninguna se mete en ambientes más turbios y oscuros recordando en esta ocasión a Tom Waits.
A la hora de hablar de esta evolución, o para ser más exactos llamémosle esmero por la perfección y/o el detallismo, se puede relacionar también con sus letras, al igual que la parte musical ambientadas en el lado sórdido y en este caso visiblemente influenciadas por autores como John Fante, Charles Bukowski o Henry Miller, que se muestran ahora menos obvias, más poéticas de alguna manera y tratando de mirar menos hacia el exterior y apostando por un tono más introspectivo. La canción elegida para abrir el disco, 40 cartas, compendia bastante bien todo lo que encuadra el estilo de Luis del Roto, o cuanto menos una buena parte de su esencia. En ella nos encontramos con ese sonido americano polvoriento y arrastrado dirigido por su peculiar voz, una mezcla entre Joaquín Sabina, Andrés Calamaro y el propio Bob Dylan.
Un tema como Sleazy agudiza el tono majestuoso, incluyendo tanto riffs eléctricos de contundencia como la utilización de la sección de metales, plasmando ese trabajo de instrumentación del que puede presumir el disco. Aunque Cara V comience con una forma más desnuda y sobria, que nunca va a perder del todo, se le irán sumando más capas instrumentales. No hay demasiadas dudas sobre qué género es el que sustenta una canción titulada Especie de blues, donde de nuevo es fácil ver la sombra del autor de Like a Rolling Stone. Siguiendo con el género negro Todas o ninguna se mete en ambientes más turbios y oscuros recordando en esta ocasión a Tom Waits.
El disco también esconde una parte más directa y de alguna manera más dinámica. Por ejemplo ahí esta la trotona y divertida, entonada con mucha gracia, Contrato sin firmar, en ritmos cercanos al rockabilly, mientras que otras como Echar el resto o Tragos largos optan por el rock and roll, con reminiscencias a la forma de ejecutarlo de Loquillo y Trogloditas en la primera o Burning en lo relativo a la segunda.
La III fotografía supone el segundo capítulo de la propuesta musical de Luis del Roto y la confirmación de que estamos ante un músico empeñado en crear un imaginario, tanto sonoro como lírico, particular y llamativo, que aunque beba de influencias evidentes da forma de una manera singular y realmente atractiva. Y termino como empecé, insistiendo en que la mínima escucha a su música ya nos ratifica que hay algo que merece la pena en él, seguir avanzando en sus canciones sólo afianzará esa sospecha .
Kepa Arbizu