El rock americano tiene una virtud, que a la larga se convierte en su gran tesoro, y no es otra que, al margen de sus grandes (en cuanto a reconocibles) nombres, tiene toda una escudería de músicos, que se agolpan en diferentes divisiones, con un nivel deslumbrante y que manejan el género con una soltura digna de elogio. Uno de sus más destacados representantes es Chuck Prophet, integrante de Green On Red, grupo de los ochenta y que se inscribía en el denominado “Nuevo Rock Americano”, y que acumula en solitario ya más de 20 años de carrera y en la que Night Surfer constituye su decimotercer álbum.
Se trata de un trabajo que ya de primeras viene a confirmar el estado casi de gracia en el que vive instalado el músico estadounidense, algo perfectamente extensible prácticamente a toda su producción de este siglo XX (década en la que se aglutinan su porcentaje más alto de discos). Raramente se sale de unos ciertos parámetros más o menos fijos que han marcado su trayectoria, a grandes rasgos saber conjugar a la perfección un sonido más íntimo con otro incisivo y de guitarras, y los que viendo el resultado que le han dado a nadie se le ocurriría poner en duda su valía.
El problema (bienvenido problema) con el que se podía encontrar este Night Surfer es el, lógico, reconocimiento unánime que tuvo su predecesor Temple Beautiful; una rémora que escuchando el actual deja totalmente solventada, y es que a pesar de que se sitúe por detrás de aquel en cuanto a calidad, no supone cortapisa alguna para disfrutar y ensalzar éste. En la lógica de no cambiar demasiado lo que funciona, Brad Jones sigue ejerciendo de productor, aunque esta vez aparezca escoltado por Paul Kolderie, un binomio que trae consigo un sonido global más instrumentado y en general delicado. Peter Buck, (R.E.M., The Minus 5, etc...) será el invitado estrella aportando su valía con las seis cuerdas.
El problema (bienvenido problema) con el que se podía encontrar este Night Surfer es el, lógico, reconocimiento unánime que tuvo su predecesor Temple Beautiful; una rémora que escuchando el actual deja totalmente solventada, y es que a pesar de que se sitúe por detrás de aquel en cuanto a calidad, no supone cortapisa alguna para disfrutar y ensalzar éste. En la lógica de no cambiar demasiado lo que funciona, Brad Jones sigue ejerciendo de productor, aunque esta vez aparezca escoltado por Paul Kolderie, un binomio que trae consigo un sonido global más instrumentado y en general delicado. Peter Buck, (R.E.M., The Minus 5, etc...) será el invitado estrella aportando su valía con las seis cuerdas.
En ese lado guitarrero y fiero que Prophet siempre ha tenido como parte de su personalidad destacan canciones como Countrified Inner City Technological Man, en la que unas bases rítmicas palpitantes y de espíritu negro se fusionan con guitarras con clara denominación de origen de The Rolling Stones. Ford Econoline incide en manejar el rock and roll pegadizo mientras que Felony Glamour mantiene el poderío con unos ritmos entre la new wave y el power pop más descarado. Aunque Lonely Desolation comienza dirigido por poderosos riffs, la melodía se transforma rápidamente en más amable y soleada, al más puro estilo Big Star. Truth Will Out ( Ballad of Melissa and Remy) podría pasar por alguna de las composiciones de The Kinks en los años setenta, con esa forma recitativa en la que la ejecuta.
En la parte más íntima y recogida va a llamar la atención la incursión de una sección de cuerdas que va a tomar relevancia a la hora de trabajar con las tonalidades de las canciones. Ahí está su papel delicado y a la postre decisivo en la magistral y melancólica, pero contundente, Wish Me Luck. Más presencia va a tener en Guilty As a Saint y sobre todo aportando épica en Laughing on the Inside. Todas ellas marcadas por el rock americano emotivo y clásico que nos remite a Tom Petty o Elliot Murphy.
A pesar de que Night Surfer es menos visceral que su anterior trabajo, en cuanto a forma, y apuesta por un sonido algo más delicado, Chuck Prophet construye en él una atinada e incisiva mirada sobre los tiempos actuales que corren, una época marcada por la soledad, la ansiedad y en definitiva una que parece haber desterrado el corazón de sus ámbitos de decisión. Con todo ello el norteamericano firma otra joya en el cada vez más suculento tesoro en el que se ha convertido su discografía.
Kepa Arbizu