Un concierto tiene, o debe de tener, una indiscutible parte
de comunión entre el público que acude y aquellos que pisan el escenario. Un
nexo de unión que en ocasiones es todavía más evidente, como sucedía en el caso
del concierto de The Jim Jones Revue el pasado miércoles. El anuncio de
su despedida, y la consiguiente gira para celebrar tal retirada, era un acicate
a la hora de crear mayores expectativas en los asistentes.
Antes de manifestar ese “adiós” le tocó el turno a John J Presley, alguien que quizás en no demasiado tiempo tenga una mayor repercusión, ya que su propuesta es atractiva del todo. Con aspecto de predicador atormentado, y presentado en formato trío, sin bajo, su propuesta se nutre de un blues-rok oscuro, enigmático y pasional al mismo tiempo que abarca desde los sonidos de raíces hasta el hard rock más ruidoso. Nombres como Johnny Cash, el Mark Lanegan más turbio o David Eugene Edwards (16 Horsepower, Wovenhand) no dejaron de asomar por su show en forma de canciones como Honeybee o Left.
Tras él llegó el turno de The Jim Jones Revue, una
banda en la que, sin dejar de lado la efectiva labor de los otros componentes,
sobresale el papel de Jim Jones por medio de un carisma edificado a base de
energía, arrogancia, sensualidad y cierta gracia (buscó la complicidad con el
público en todo momento, incluido algún paseo entre los que allí estaban), todo
ello adornado de un sin fin de recursos
escénicos, a modo del gran “frontman” que es, heredados de otros “animales” de
las tablas como Elvis Presley, Nick Cave o Iggy Pop.
Un show que desde el primer segundo comenzó con el
acelerador pisado hasta el máximo y en ningún momento descendió en revoluciones.
El grupo demostró que no entiende de temporizar ni de guardar energías. Así que
desde el inicial It’s Gotta Be About Me y hasta el punto final
con Princess & the Frog, dominó esa manera de entender el rock an
roll clásico, el de los años cincuenta, cruzado con una energía punk a lo
Stooges, como quedó demostrado en interpretaciones como Never Let You Go,
Where Da Money Go?, Rock N Roll Psychosis, Who’s Got Mine?,
donde parecían imbuidos directamente por la figura de Little Richard, o
la versión de Elvis Presley A Big Hunk O’Love.
También hubo espacio para algunos matices diferenciadores
como el blues tabernero a lo Tom Waits de Burning Your House Down,
el gospel vibrante de 7 Times Around the Sun, el pub rock de Another
Daze o los sonidos más rítmicos y menos incendiarios de Collision Boogie.
Si una de las máximas en esto del arte es que lo más
aconsejable, y complicado, es intentar
despedirse dejando huella, The Jim Jones Revue deben de estar tranquilos
en ese aspecto, porque con su corta pero intensa carrera, rubricado con el
concierto que mostraron el pasado miércoles, la misión está más que cumplida.
Pueden arder en paz.
Texto: Kepa Arbizu
Fotos: Esti Olabarri
Fotos: Esti Olabarri