El movimiento de cadera de Elvis Presley, las barbas de los integrantes de ZZ Top, las pinturas de Kiss... todas ellas forman parte de esas imágenes características, casi icónicas, del espectáculo del rock and rolll. Y porqué no añadir a esa nómina el sombrero y la barba-melena lacia de Leon Russell, un hombre que con total merecimiento, dado su talento artístico, debería de estar en cualquier lista dedicada a glosar los referentes musicales de estos últimos tiempos.
Asociado siempre a su piano, a pesar de ser un sobrado multiinstumentista, la historia parece que le tiene dedicado un espacio relacionado con su labor a la hora de trabajar para/con los demás. Algo que puede ser entendible si observamos que en su currículum alterna funciones de productor, arreglista, compositor, músico acompañante, poseedor de estudios de grabación, etc... Todo un pluriempleado que, evidentemente, también se prodigó en la tarea de intérprete, aunque siempre haya estado supeditado al brillo que emanaba de esos artistas con los que colaboraba, ya fueran Bob Dylan, B.B. King, The Rolling Stones, Phil Spector (formando parte de los músicos que conformaron su sonido característico) o Joe Cocker, vertebrando la banda Mad Dogs & Englishmen. Sólo algunos ejemplos de un casi inabarcable repertorio de nombres relacionados con él.
Comprensible quizás, pero no justo, su creación propia siempre se ha desarrollado sin el alcance merecido en detrimento de los carteles de lujo en los que, sin embargo, figuraba. Una trayectoria personal que centra los más importante y representativo en sus grabaciones llevadas a cabo durante los setenta. En ellas descubrimos a un músico excelso, abierto a casi cualquier género (rock and roll, blues, gospel, soul, country...) y con un especial dominio de esa ambientación pantanosa, sureña, puramente Nueva Orleans. Su figura como pianista, en definitiva, se sitúa en ese continuo de intérpretes que van desde Count Basie al Professor Longhair pasando por Fats Domino o Allen Toussaint, de los que aglutinará sus conocimientos y lecciones, además de entroncar y retroalimentarse con coetáneos como Randy Newman o Dr. John.
Todas estas cualidades se verán refrendadas ya desde su primer magnífico disco (homónimo) en solitario, con el que inauguraba la década de los setenta. En él, y en casi todos los siguientes, sabe dar cabida a una amplia gama de tonalidades; desde la delicadeza de A Song for You al impulso bluesero (Hurtsome Body) o la cadencia rítmica contagiosa (Shout Out on the Plantation). A partir de ese momento encadena una serie de trabajos que, a la larga, son los que le han granjeado el altísimo status en el que está situado. Leon Russell and the Shelter People, más crudo y plagado de versiones de Dylan, y Carney, más elegante y limpio, seguían perfilando los trazos de un músico esculpido con variadas influencias pero con una marcada personalidad, también reflejada en esa peculiar forma de cantar, desprejuiciada y llena de vaivenes.
Un álbum dedicado a homenajear la figura de una leyenda del country como Hank Williams, Hank Wilson’s Back!, siempre desde el particular punto de vista musical de Russell, será el preludio de otro de sus grandes momentos y su definitiva, si es que no lo había sido ya, confirmación: el triple álbum en directo Leon Live, donde muestra su dominio de las tablas e irrefrenable energía. En la segunda parte de la década alternará discos sorprendentes como Will O’ The Wisp, con un sonido más ambiental y denso, o la maravillosa colaboración con Willie Nelson, One for the Road, con la que pone punto y final a los años setenta.
A partir de ahí, y como ya es casi norma común en muchos músicos de esa época, con la entrada en los ochenta, y será algo que se extenderá en posteriores años, su producción propia baja, casi desaparece, salgo algunos directos y discos de versiones (algo habitual a lo largo de su carrera). No será hasta el cambio de siglo cuando la cosa cambie algo y junto a , otra vez, recreaciones de algunos temas ajenos también habrá espacio para composiciones propias, como las que recoge Angel in Disguise, de un nivel considerable; la muy lograda colaboración con, lo que perfectamente se podría ver como una relación de maestro y alumno, Elton John (The Union) o el recientemente publicado Life Journey, una revisión de sus influencias interpretadas junto a una Big Band.
A sus 72 años Leon Russell visita por primera vez los escenarios españoles. Una oportunidad para verle en directo y tener cerca a, no hay que olvidar, un talento en estado puro, algo demostrado ya sea formando parte de otros proyectos o liderando el suyo propio, pero siempre dejando su impronta. Poco más hay que decir salvo...qué suenen las teclas.
Leon Russell actuará el día 8 de septiembre en el Teatro Lara de Madrid y el 9 en la Sala BBK de Bilbao
Kepa Arbizu