Hemos dejado pasar algo más de un mes para ensalzar a un mito de la guitarra blues como fue, es y será Johnny Winter. Murió como los grandes y como sus ídolos del blues. Al pie del cañón. Poco después de bajarse de un escenario y poco antes de que subiera al siguiente. Fue el 17 de julio en Zurich y tenía 70 años, pero seguía con las ganas y la ilusión de un principiante. Casualmente y por suerte lo vi este mismo mes de mayo y me sorprendió su energía. También cómo se transformó cuando cogió su guitarra eléctrica. Casi ciego y con problemas físicos varios, le ayudaron a llegar a su “lugar de trabajo”. Se sentó y enchufó su guitarra y le costó un poco conectarse a la actuación. A continuación, según iban pasando las canciones, su guitarra sonaba cada vez mejor y con más potencia. ¡Hasta su apagada voz fue mejorando según iba interpretando sus mejores canciones así como las de muchos otros que supo transformar y convertirlas en propias!
Su primera gran irrupción fue su debut homónimo del 68 que le encaminó a tocar en el festival de festivales, el mítico Woodstock. Ya había estado en bandas previamente, pero fue en esta época cuando formó su banda principal, Johnny Winter And. Aquí empezaron a surgir sus primeros problemas graves con la heroína. Pero también comenzó a gestar su amor por el blues más eléctrico y más lleno de rock. Un poco al estilo del otro gran mito blues blanco de la guitarra como fue Stevie Ray Vaughan. En directos de los años 70 como Live, Still Alive And Well, Captured Live o el estupendo Together – Live, junto a su hermano Edgar Winter, se fue haciendo con muchísimos más seguidores blancos de blues. Su puesta al día del Highway 61 Revisited de Bob Dylan seguía siendo obligatoria en cada uno de sus conciertos y siempre estará en el panteón de las mejores versiones que se hayan hecho nunca de las millares que se
han hecho de Dylan. Con Jumpin’ Jack Flash, de los Stones, sucede otro tanto. ¡Y qué decir de ese Johnny B. Good que parece que fue compuesta por Chuck Berry expresamente para él! Para que coreáramos ese “Johnny se bueno”. ¡Realmente lo fue y por eso pasó a la historia de la música y seguirá en ella! A finales de los 70 llegaron también sus primeras nominaciones (de las muchas que tuvo) a los premios Grammy, llevándose incluso algún galardón. Además lo consiguió produciendo y ayudando a la recuperación de otro mito al que admiraba como fue el gran Muddy Waters.
Tras otra época con bajones físicos y más asuntos relacionados con la droga fichó por el sello de blues más importante en aquel momento y que sigue siendo el más destacado de la actualidad. Hablamos de Alligator Records. Sello distribuido por Discmedi Blau y que acaba de poner en las tiendas de nuevo estos discos que fueron de lo más representativo de su trayectoria global. Conviene darse un paseo por www.alligatorrecords.com y por www.discmedi.com para conocer más de él o hacerse con algunos de sus discos más sólidos e ideales para conocerle. En los tres le acompañaban básicamente los músicos de la Icebreakers Band de Albert Collins. Con la ayuda de este legendario músico también del sello y su banda firmó un gran repaso a buenos clásicos antiguos del R&B y a estupendas creaciones propias en el Guitar Slinger del año 84. Lo comenzaba con It’s my life, baby y uno de sus vertiginosos paseos por los trastes de la guitarra. En Iodine in my coffee contaba con la destacada armónica de Billy Branch y en Lights out con el fulminante saxo tenor de Gene Barge que además hacía los arreglos para los buenos momentos de un destacado cuarteto de vientos. Brillaban también los punteos de Boot hill o un buen lento como I smeel trouble, así como esa preciosa balada con aromas a los años 50 que es Kiss tomorrow goodbye.
Al año siguiente llegaba Serious Business que tenía una apertura impetuosa con Master mechanic y sus característicos punteos acelerados en Sound the bell. El blues más reposado y la buena armónica llegaban con Murdering blues. Se marcaba emotivos lentos como My time after ahile y despedía con buen honky tonk y martilleante piano en Route 90.
Cerró para bingo esta trilogía impecable en el 86 con “3rd Degree”. Lo abría con otra exitosa marca de la casa como Mojo Boogie. Seguían buenos lentos como Love, life and money o Tin Pan Alley con la destacada colaboración al piano del gran Dr. John. I’m good es otro torbellino de guitarras texanas y Evil on my mind sonaba acústica y roots. Para el final quedaban otros dos éxitos como la acústica Bad girl blues, de nuevo con la National Steel Guitar y la trepidante Broke and lonely.
También merece especial mención ese clásico DeLuxe Edition que recopilaba lo mejor de toda esta época en el sello del cocodrilo. De cada uno de estos trabajos aparecen al menos hasta 4 temas de cada disco. Lo inicia el picante Mojo Boogie que también sirvió de arranque del 3rd Degree. Sigue con Don´t take advantage of me, otra exhibición de sus cualidades a las 6 cuerdas que era el segundo tema también en el Guitar Slinger. Este disco se abría también con toda una declaración de principios como es It’s my life baby, tema que también tiene cabida, por supuesto, en el DeLuxe Edition. No faltan tampoco el homónimo Third degree, el trotón Broke and lonely o la inevitable despedida con el Kiss tomorrow goodbye, también extraída del Guitar Slinger. Este título DeLuxe Edition, ya mítico en Alligator, sirve también para conocer otros nombres indispensables de la música del diablo como son Koko Taylor, Albert Collins, Son Seals, Charlie Musselwhite, Shemekia Copeland, Lonnie Brooks, Katie Webster, Kenny Neal, Saffire o Little Charlie & The Nightcats, que también tienen discografías destacadas en el mismo sello. También gracias a Alligator / Discmedi se marcó otro de sus caprichos como fan y admirador. Si la década anterior había firmado un rotundo Hard Again junto a Muddy Waters, como Sonny Terry With Johnny Winter firmó un festivo y destacado Whoopin' en el que les acompañaban el gran Willie Dixon al contrabajo (además de revisitar algunos de los mejores temas de Terry también se marcaron un excelso I think I got the blues de Dixon) y Styve Hominck a la batería. El armonicista hizo sus mejores y más populares trabajos junto a Brownie McGhee, pero si alguien no conoce este Whoopin’ se está perdiendo un disco muy especial. Todo esto sucedía mientras no dejaba de tocar y
aumentar su número de seguidores en incendiarias actuaciones repletas de intensidad y electricidad.
A partir de los 90 fue bajando su popularidad y también fue espaciando mucho más sus trabajos discográficos, aunque siguió tocando con entrega, pasión, humildad y asiduidad. En este largo periodo podemos destacar directos como Live In NYC ‘97 o recopilatorios modélicos como The Johnny Winter Anthology o “A Rock ‘N Roll Collection”. En todo este tiempo no dejó su pasión por tocar blues eléctrico y ni los múltiples achaques físicos fueron capaces de detenerlo. En la última década recuperaba ganas y forma con un buen disco como Roots junto a otros grandes músicos y también era plena actualidad por la estupenda y completa caja de 4 compactos titulada True To The Blues: The Johnny Winter Story (Legacy / Sony). Eso sí, la merecida caja se adelantó al triste e inesperado fallecimiento. Mientras fue ocurriendo todo esto su cuerpo famélico y tatuado y su larga cabellera albina siguieron afianzándose como una de
las imágenes icónicas del rock. Seguirá siéndolo por toda la eternidad. Y nos acordaremos de él como uno de los grandes y corearemos todavía en muchos bolos de blues y rock’n’roll, eso del “Johnny se bueno”, que ahora todavía parece más aún que Chuck Berry compuso pensando en él. ¡Descanse en paz!
Txema Mañeru