Madrid, 4 de Julio de 2014, Sala La Riviera.
Todos aquellos que en la noche del pasado Jueves tuvimos la oportunidad de acudir a la madrileña sala La Riviera, recordaremos por muchos años dicha lluviosa jornada como la del día en que pudimos disfrutar de una magistral lección de elegancia y saber estar llevada a cabo por el maestro Bryan Ferry, aquel señor al que todo mortal con un poco de amor propio quiere parecerse cuando sea mayor por su porte y galantería.
Y es que el artista británico, nacido en Sunderland hace nada más y nada menos que la friolera de 68 años, volvió a demostrar de nuevo porqué tras más de cuarenta años de su debut con Roxy Music- la banda que capitaneó junto a Brian Eno, Andy Mackay o Phil Manzanera, aquella con la que redifinió los conceptos de pop y glam; y la misma con la que dotó de forma, contenido y popularidad a aquello que dio en llamarse “artie”- su forma de ser, de actuar y sobre todo sus canciones no han perdido un ápice de vigencia, algo que demuestra muy a las claras el hecho de haber sido capaz de congregar a cerca de dos mil personas, que con sumo agrado observaron como los cincuenta y cinco euros de sus entradas quedaron más que justificados en poco más de hora y veinte minutos de enorme espectáculo.
Porque lo que allí se vio no fue solamente a una banda de gran nivel y solvencia, donde llamaba la atención el componente femenino que goleó en protagonismo al resto de acompañantes masculinos del genio británico; ni tampoco un acertada amalgama de estilos que van del pop romántico y pasional al glam, previa parada en unos devaneos funk repletos de colorido; ni tan siquiera un impresionante intercambio de clásicos de la discografía de Ferry, tanto de su etapa solista como de su larga experiencia como frontman de los Roxy, sino que lo que allí vivimos fue mucho más que todo eso.
Y lo fue en buena parte gracias a ese saber hacer y a ese encanto natural que desprende Bryan Ferry. Ya se sabe… una elección de chaqueta con estampados de lo más peculiar que le sienta cómo a nadie más en el mundo, un paseo por aquí sin darse el menor atisbo de importancia; un apoyo en el píe de micro por allá, una repetición casi constante de golpes que van de su puño a la palma de su mano una y otra vez… y sobre todo un acercamiento casi casual hacia la banqueta del teclado en el segundo corte de la velada para dejar caer levemente la pajarita, como el que no quiere la cosa, como el que lo hace cada noche en su habitación, que casi justifica por sí mismo el precio de la localidad…
Si a todo eso le sumamos el hecho de que sonaron canciones míticas como Re-Make/ Re-Model, con la que abrieron una la velada en la que contaron con la total atención de un público que permanecía atento a todo lo que ocurría sobre el escenario y que se fue calentando minuto a minuto, sobre todo cuando sonaron cortes como Virginia Plain, Slave to Love, Oh, Yeah y unas geniales Avalon y Love is the Drug, en contraposición con una More than This demasiado desnuda que no llegó a romper para pequeña decepción del respetable.
Para disfrute de los allí presentes la recta final del concierto no dio píe al respiro en buena parte gracias a la fuerza de Take a Chance with Me, la sofisticación marca de la casa de Let´s Stick Together y Editions of You, que sirvieron como perfecto anticipo a la revisión de Jealous Guy propiedad de John Lennon y que tan bien le sienta a la voz del último dandy, con la que se dio por terminada una noche de concierto de las que se escriben con mayúsculas.
Por: Javier González/javi@elgiradiscos.com