“El punk ha muerto”. No seré yo quien intente llevar la contraria a tan magna sentencia, más sobre todo teniendo en cuenta que dada la propia esencia de dicho movimiento no parece que surgiera con una vocación de extenderse en el tiempo. Lo que sí resulta paradójico es que habitualmente quien más acepta con resignación dicha frase es el que menos se preocupa de manifestaciones actuales que surgen bajo su influjo. En ese sentido un grupo como Biznaga resulta muy atractivo a la hora de ejercitar algunos de sus postulados pero de una manera totalmente personal.
Estos jóvenes madrileños acaban de publicar su primer disco largo, Centro Dramático Nacional, que viene a constituirse como la continuación de pasados trabajos en formato más reducido. En él late la urgencia guitarrera, una desesperación existencial y unas terribles ganas de incordiar. Máximas indispensables cuando nos movemos en estos terrenos. Pero, y ahí radica la peculiaridad y el gran interés de la banda, tiene otros ingredientes nada habituales, alguno que otro incluso chocante en estos ámbitos, que consiguen cohesionar con ejemplar rotundidad.
Eso hace principalmente que este trabajo no suene para nada demasiado encerrado o deudor de ciertas premisas del género. Lo mismo se podría aplicar a su actitud y a su manera de desarrollar las letras, en las que está presente la angustia, lo taciturno e incluso lo airado, pero también un punto reflexivo y/o crítico que para nada desdeña un sentido más poético o cultural, dando cabida a referencias hacia Blas de Otero, Panero o Ridley Scott entre otros.
Unas características, principalmente sonoras, que les acercan de manera muy evidente al punk ochentero, con ese aura oscuro y dramático, y especialmente a uno de sus grupos estandartes por estos lares como es Parálisis Permanente, como se deja ver en Fiebre o Ciudad de la imagen. En Máquinas blandas enseñan su lado más áspero perfectamente acompañado de una percusión agitada y de unos coros que insuflan un ambiente todavía más intrigante. Canciones, y en general la propuesta que desprende el grupo, que también se ven influenciadas por el post-punk de grupos como Siouxsie & the Banshees o The Fall. En Cul-de-Sac observaremos de la manera más rotunda una de las peculiaridades de los madrileños, y es ese ramalazo absolutamente pop con el que a veces cuentan, también presente en momentos a lo largo de Las brigadas enfadadas, que alternan con un sonido deudor de The Clash/Kortatu.
No es esa la única “sorpresa” que guardan en su mano, no obstante la más chocante es ese toque que se podría definir como latino/castizo que atraviesa alguno de sus temas, ya sea con un espíritu similar al que en ocasiones utilizó Gabinete Caligari en sus primeros pasos (Divino fracaso) o uno más “comercial” como el estribillo de Mala sangre. Incluso el flamenco se abrirá paso, primero de manera soterrada en Caja negra para desplegarse después en toda su extensión, con castañuelas incluidas, en Los duelistas, cantada por Juana Chicharro.
Biznaga crea con este Centro Dramático Nacional un disco taciturno, incendiario e irreverente a partes iguales. Todo ello inmerso en un punk ochentero al que saben condimentar con elementos nada habituales creando un trabajo de debut excitante y sorprendente. ¿Y si fuera que el punk no murió del todo...?
Kepa Arbizu