Durante estos últimos años se ha ido creando un más que interesante conjunto de jóvenes intérpretes femeninas alrededor de las raíces del sonido norteamericano. Lo que resulta más alentador de todo ello es que no están cortadas por el mismo patrón ni caen en la mera repetición de viejas recetas. A pesar de tener la vista puesta en los clásicos, cada una ha ido creando un mundo particular hasta conseguir confeccionar un universo musical poliédrico y excitante. Dentro de ese colectivo, Jolie Holland es una de las más destacadas de sus representantes.
Su apuesta sonora ha consistido desde un principio en acercarse a los sonidos primigenios estadounidenses de una manera íntima y sobria, sin que eso suponga un obstáculo para conseguir un mensaje realmente emotivo. Su nuevo disco, Wine Dark Sea, no puede decirse que sea un cambio de rumbo en esa propuesta, de hecho se podría ver como un profundización en ella, pero sí que se observa una decisión de arriesgar en su contenido y mostrar matices diferenciadores.
Lo primero que hay que aclarar sobre este álbum es que su sonido es oscuro y retorcido, con las dificultades que eso puede conllevar para cierto tipo de público, pero con la misma rotundidad se debe afirmar que consigue un resultado realmente epatante, logrando transmitir esa atmósfera turbulenta que pretende. Para esta intención, la intérprete norteamericana se ha rodeado de una serie de músicos provenientes de la escena más experimental de Nueva York a los que ha utilizado no como mero aderezo, sino cediéndoles una importancia capital en la elaboración global.
Bajo estas premisas nos vamos a encontrar con canciones que simultanean percusiones y que llegan a juntar cuatro guitarras en un mismo tema. Va a ser el blues (se podría expandir hasta la música negra en general) uno de elementos primordiales del disco, pero desde una visión y un trabajo aplicado sobre él nada convencional, a la forma de como lo ha hecho en ocasiones PJ Harvey. Así se puede comprobar en los retorcidos giros vocales que ejecuta Jolie Holland en temas como On and On o Dark Days, donde la distorsión, y, llegado el momento, el desbarre eléctrico toman posición preferencial, lugar que prácticamente no van a abandonar a lo largo del álbum. Para la angustiosa I Tought It Was the Moon opta por construir sonoridades más difusas y atmosféricas, dibujando pasajes que recuerdan a The Velvet Underground. Una canción como Saint Dymphna nos acerca a las melodías y dejes de Janis Joplin, pero, cómo no, aquí presentada de una manera enrevesada. Si en la versión que realiza del tema de Joe Tex The Love You Save (con la colaboración de Chanticleer Tru) muestra su cara más tradicional , dejando salir su lado soul y amable, al igual que sucede en Waiting for the Sun, y aplacando algo el “ruido”, éste se manifestará en Out on the Wine Dark Sea y se disparará hasta momentos de casi paroxismo, a modo de unos Sonic Youth.
Un piano sobrio, intenso y con aroma a jazz es el encargado de abrir temas como First Sign of Spring, un tema visceral pero contenido en relación con los arranques más virulentos que hay en el disco, o Palm Wine Drunkard, ésta más oscura y pendenciera, donde esta vez el trabajo de instrumentación es sublime en su creación de un entorno sonoro que nos lleva a los ambientes de Tom Waits. Una canción como Route 30, que no abandona por completo los sonidos negros pero donde se impone el folk-country, mezcla la representación de lo primario, manifestado en su máxima expresión por el silbido, con los arranques de electricidad.
Wine Dark Sea es un disco complicado, que trabaja lo turbulento, algo también apoyado en buena parte de sus letras, pobladas de referencias/imágenes relacionadas con la naturaleza (mar, tormenta, sol, luna.), por medio de la utilización de una banda que ni mucho menos hace de mero acompañamiento sino que alcanza un papel esencial en el desarrollo del disco, tanto es así que incluso la voz de Jolie Holland se une a ella como si de un instrumento más se tratase. Una propuesta la de la norteamericana que puede desconcertar al principio pero que termina por imponer sus sensaciones, hasta convertirlas en un torbellino que entremezcla lo tradicional y lo experimental.
Kepa Arbizu