Es siempre algo complicado, e incluso controvertido, acercarse a la figura de Dan Auerbach, y por extensión a la de The Black Keys, la banda que forma junto a Patrick Carney. Y lo es en parte también por aspectos que superan lo estrictamente musical. Su llegada al éxito masivo, además tras transformar el sonido primigenio de su grupo (basado en el rock-blues setentero) en uno más mayoritario y accesible, le ha llevado a perder apoyos de los sectores más puristas. Si por si eso fuera poco, su nuevo disco Turn Blue continúa con el empeño de no repetir patrones, volviendo a dar otra vuelta de tuerca a su propuesta y de paso seguir descolocando a parte de su público.
Músico y productor, el geniecillo de Akron parece evidente que está labrando su nombre en un lugar muy destacado, seguro en cuanto a popularidad y prestigio y muy a tener en cuenta respecto a calidad se refiere, en el panorama musical de estos últimos años. Aunque su recién editado trabajo mantiene la colaboración con el productor Danger Mouse, lo que supuso en su momento el viraje hacia representaciones más negras y bailables de su música, no significa que hayan optado por mantener la misma fórmula, y eso incluso tras el éxito tan descomunal que les ha proporcionado su anterior trabajo El Camino. Haciendo honor al título, estamos ante canciones menos inmediatas y contagiosas que optan por trabajar unas ambientaciones más densas y oscuras.
Turn Blue no es un trabajo fácil ni que consiga captar, mayoritariamente, al oyente desde su primera escucha. Muy al contrario, un acercamiento inicial a él puede ser difícil y en ocasiones incluso puede tener el poder de ahuyentar. Algo que también podría ser achacable a los temas elegidos como adelantos, ya que visto el resultado global no parecen los más acertados. Bien es cierto que el poder que pueda tener este disco es muy distinto a su predecesor, no golpea ni tiene un efecto tan directo, trabaja más una globalidad donde las canciones se retroalimentan, se funden unas con otras en un objetivo superior.
El carácter psicodélico que contiene el disco es evidente, ya desde una portada que evoca a ese binomio sueño/pesadilla que va a estar muy presente en muchas de las construcciones sonoras. Esta influencia tiene su peso específico más destacable en temas como Weight of Love, que irá incrementando su épica según transcurre, o Bullet in the Brain, en los que las guitarras al estilo Pink Floyd se adentran en el sonido habitual (en la actualidad) del dúo, donde destaca el juego de capas sonoras y esas voces/coros ya tan habituales en ellos.
Unas bases rítmicas puramente estilo funky es otro de los elementos que sustentan el álbum. Así aparecen con total descaro y haciéndose hegemónicas en In Time, con una ambientación entre brumosa y decadente, o en la fallida Fever, más cercana a un banal sonido discotequero. Dentro de este tipo de composiciones hay que destacar algunas en las que los sonidos negros tradicionales (el blues o soul principalmente) asoman levemente, creando un buen contraste de sensaciones; ahí están los ejemplos de Turn Blue o la más íntima Waiting on Words, con su bonito juego de voces.
A pesar de que el disco se sostiene con los pilares básicos ya mencionados, también hay ciertas apariciones que de alguna manera rompen ese control estricto, como el rock tribal que late en Its Up to You Know, y que recuerda a Arctic Monkeys en su AM, un disco con el que a priori se pueden buscar muchas similitudes. Otros temas a los que hay que hacer referencia en este aspecto son Year in Review, que aunque disimulado por la instrumentación elegida no está lejos, en esencia, de ese hard rock setentero que practicaban en sus inicios, aunque presentado de una manera nada orgánica y totalmente escondida, y sobre todo el arranque de rock and roll “stoniano” que es Gotta Get Away Out, la única que verdaderamente se escapa del “color” predominante del álbum y que sirve para demostrar que no han perdido ni un ápice de esa facilidad para crear melodías contagiosas y directas.
Turn Blue es un disco melancólico, retorcido y atmosférico. Si su pasado trabajo incitaba a saltar, éste apuesta por la escucha sosegada. A modo de resumen se podría decir que el papel de Danger Mouse parece agrandarse cada vez más y consigue llevarse el grupo a su terreno. El resultado, aunque es cierto que hay que tratarle con cierta paciencia y no dejarse llevar por primeras impresiones, está por debajo de la alta calidad media que The Black Keys han demostrado a lo largo de su carrera. Una situación que pese a ser relativa dada la trayectoria, y su gusto por cambiar el rumbo, de la banda, crea grandes incertidumbres sobre su futuro.
Kepa Arbizu