Una de las sensaciones que a la larga más se agradece a la hora de ponerse a escuchar un disco es que éste cause, de una u otra manera, una sorpresa respecto a la idea preconcebida que se tiene sobre él. En el nuevo trabajo de Partido, The Ruins, esa impresión existe, en parte, y se logra gracias a que si con su anterior álbum Leaving All Behind sorprendió con un acercamiento a los sonidos norteamericanos realmente personal, lo que le hizo ser merecedor del calificativo de uno de los trabajos más destacados de ese 2012, en el actual nos vamos a topar con algo sustancialmente diferente.
En el recién publicado álbum es cierto que siguen estando presente de fondo esas pasadas directrices, pero de una manera mucho menos evidente y dejando paso a otras formas musicales que, sin suponer un bandazo radical, optan por dar una mayor presencia, que a la larga se vuelve casi hegemónica, a un tipo de sonido mucho más “británico”. Siempre manteniendo, eso sí, ese atractiva mezcla de tonos entre lo rabioso y decadente que ya parece haberse constituido como seña de identidad.
El habitual gusto de la banda por la instrumentación, los detalles, y a la larga el esmero por las melodías, en esta ocasión tiene como meta recrear unas más envolventes, sin que ello va en perjuicio de que resulten directas y cercanas. En ese empeño y decisión, el grupo se ha hecho acompañar del tándem de productores Santos & Fluren, colaboradores de gente como Love of Lesbian, Sidonie o Iván Ferreiro, a los que también habrá que poner en su debe los méritos alcanzados.
Musicalmente el álbum se mueve en unos parámetros relativamente acotados y que mostrarán su faceta más ortodoxa en temas como Get Into o The Wait, donde unas bases rítmicas intensas y persistentes trabajan como suelo para edificar un sonido que, bebiendo de grupos como Echo & The Bunnymen o Joy Divison (y por extensión todos sus continuadores), se rige por una (contendida) tensión incrementada por su tono épico, que también le emparenta con proyectos más cercanos, en lo geográfico y temporal, como el del grupo mallorquín LA. Una instrumentación/ambientación que tendrá algunos momentos de total eclosión como sucede en There Will Be Blood, con un juguetón manejo del teclado, o en la también rítmica y menos enrevesada The Apologist.
A partir de ese núcleo sonoro estable habrá espacio para ciertas divagaciones entorno a él. Por ejemplo ahí están los elegantes escarceos abiertamente “poperos”, en instantes recordando a The Beatles, en el medio tiempo de Hi-Lo, hecho a base de cambios de ritmos. Un título tan rimbombante como A Love so Beautiful debía de ir acompañado casi a la fuerza del calificativo de uno de los momentos más emotivos, junto a Fruit Family Tree. Por otro lado, con The Sweetest Trouble asistimos a una relativa apertura de las ventanas para dejar paso a los rayos de luz.
Tras el gran éxito, siempre en el contexto en el que nos movemos, de su anterior trabajo, Víctor Partido, nombre principal que se encuentra tras el proyecto, ha decidido no hacer una mera continuación de aquel y presenta ahora un álbum, The Ruins, que opta por cambiar el “americanismo” del pasado por un sonido más “british” y envolvente. Como sucede en estos casos, y aunque sea una obviedad, es cuestión de gustos personales optar por quedarse con una faceta u otra, ya que ha demostrado en ambas saber trabajarlas con gran talento y personalidad. Algo que a la larga solo puede significar una cosa, y no es otra que estamos ante un músico de amplia solvencia.
Kepa Arbizu