Hace ya bastante tiempo que Ornamento y Delito se convirtieron en uno de los grupos más interesantes de nuestro panorama musical por méritos propios. Un hecho fácilmente achacable a la brillantez e inteligencia que mostraron desde primera hora para no dejarse arrastrar por el aburrimiento y la desidia muchas veces imperante en nuestro panorama pop. Su fórmula fue tan sencilla como directa y efectiva. Decidieron salpicar sus letras, siempre repletas de oscuridad, sarcasmo e ironía, con un incisivo a la par que personal afán crítico, de tono casi beligerante, convirtiéndolo en su radical marca de la casa y demostrando así de paso que ellos, ajenos a estúpidas modas y coyunturas puntuales, sí de esas a las que tanto gusta apuntarse a otros muchos grupos, de verdad tenían algo que aportar a una escena casi siempre falta de artistas con carga de peligrosidad en sus genes; de los que tienen los arrestos o mejor dicho las pelotas necesarias para cantarle a las cosas muy nítidamente de la forma en que ellos lo hacen en cada una de sus obras.
Con esas mismas premisas por bandera, por supuesto ampliadas, mejoradas y redefinidas, el cuarteto vasco vuelve ahora a las andadas con El Espíritu Objetivo en el que dejan patente una vez más que su filiación post-punk es hoy más militante que nunca; y también que estos tres años de silencio no les han servido más que para cargar pilas, con el claro objeto de volver a lanzar sus dardos, repletos de veneno, contra aquello que les incomoda, molesta o directamente les place. Eso sí. Siempre desde un perspectiva cabal y de lo más racional que ni roza ni bordea lo panfletario y que a buen seguro hará las delicias de cualquiera que se acerque a disfrutar del que desde ya debemos considerar como el disco clave en la carrera de Ornamento y Delito.
Un álbum que parece haber sido premeditamente planteado para tener dos caras claramente diferenciadas, pese a que una vez inmerso en el mismo las fronteras entre ambas se difuminan irremediablemente.
Es así como de un lado aparece una primera parte con un espíritu más cañero, denso y a la vez directo en el que brillan con luz propia Hidalguía Universal, un canto escrito en primera persona que adentrará al oyente en el hipotético pensamiento de un ciudadano vasco, con sus innegables reminiscencias a otro “hitazo” de la banda como Bono es Dios, Carnaval Armado, trallazo electrónico repleto de crudeza aunque no menos que Laissez Faire, otro ataque en toda regla contra el liberalismo a ultranza causante de nuestros mayores males, donde muestran su visión del proselitismo, madrileño y muy pijazo con el que se crían algunos de los mandos gobernantes, El Hundimiento y su perfecto contrapunto en Siamés, la cual por momentos podría hacernos pensar en mitos del calibre de Parálisis Permanente o los primeros The Cure de cortes como Other Voices.
Mención aparte merece Radio, el tema encargado de cerrar a priori ésta primera etapa de El Espíritu Objetivo y que ya apareciera pero en otra versión en O+D, aunque más bien debería formar parte de la segunda por concepto. Y decimos mención aparte porque quizás sea la canción más liviana de todo el disco con sus aires cercanos a los Depeche Mode de Just Can´t get Enough o a New Order en su Triangle Bizarre of Love, y en el que OyD echan la vista atrás, quizás a una etapa muy concretada de su juventud, marcada por los nombres de El Diario Pop de Jesús Ordovás, “J, Luque y Alfaro” y hasta por El Rompeolas de Loquillo y Trogloditas, personajes principales de una etapa que fue “cuando el rock and roll conquistó su corazón”; demostrando así de paso que no solo de crítica vive el hombre y que ellos a pesar de su aspecto fiero, también tienen su corazoncito.
La segunda fase del mismo, la que sube el nivel un par de peldaños más dentro de un disco de por sí notable, si acaso eso es posible, da comienzo de forma oficial con Pioneros, tremenda en sus aires sinuosos e inquietantes que junto con Zona algo Más, un alegato en contra de la alienación y de aquella burbuja que nos explotó y que ha provocado tantas situaciones desagradables como las que ellos describen, las convierten en parte de lo mejor de un minutaje cuya categoría siguen elevando Los Fantasmas del Windsor y El Fin de las ideologías, dos cortes que aparecen enlazados no solamente cronológicamente en el disco sino también por su afán de mostrar las imágenes de un mundo decadente repleto de ruina moral, hasta desembocar en A Última Vista, con cuyo final uno solamente tiene ganas de volver a escuchar El Espíritu Objetivo, y así de paso seguir recibiendo los certeros golpes que emite a través de su particular fraseo el maestro G.G. Quintanilla.
Llegado el momento de hacer una valoración final del disco no podemos más que argumentar que con El Espíritu Objetivo los chicos de Ornamento y Delito han firmado una obra mayúscula en toda su extensión. Algo en lo que tienen mucho que ver el poder de atracción que genera un ejercicio repleto de actitud, coherencia vital y sobre todo grandes canciones, de las que abren heridas y a la vez emocionan, repleto de acierto que encierra una profunda reflexión acerca del devenir del mundo en estos días pero que a la vez, y ese es su gran secreto, resultará altamente adictiva para cualquiera que tenga la inteligencia de regalarse los oídos con las composiciones del que quizás sea el grupo más interesante que hoy en día tengamos en este cainíta país.
Por: Javier González/javi@elgiradiscos.com