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Sr. Chinarro: El desinterés por la normalidad

Córdoba, Sala Long Rock, 11 de abril del 2014. 

De bichos raros iba la cosa. Uno ya instaurado en el aplauso colectivo, aunque aún casi inaudible dada la enorme dificultad de que la inmensa mayoría capte las ondas que lleva emitiendo desde hace más de dos décadas. Será que tampoco se lo ha puesto fácil, pero nadie dijo que el nuevo siglo traería nuevas facilidades, más bien al contrario. Pero el talento morirá en el intento, si se nos permite la rima fácil, y había mucho condensado en los dos platos con los que el menú de la sala Long Rock nos obsequiaba en la previa de una intensa Semana Santa. La pasión la poníamos nosotros. 

Checopolaco es el peculiar pseudónimo con que Julián Méndez, miembro fundador de Lori Meyers y parte de la última formación de Los Planetas, se presentaba con su banda hace tres años con un sorprendente disco que, como siempre en estos casos, pasó más desapercibido de lo que debería. Sus canciones respiran autenticidad y en directo, en esta ocasión en formato algo más reducido por las exigencias y limitaciones de un guión que los obligaba a servir de aperitivo al plato principal, suenan fibrosas y bien maduradas, como corresponde a unos músicos de probada eficacia. Repasando someramente las brillantes melodías del todavía vigente último disco largo, de título homónimo, presentan nuevas y poderosas armas en un recién publicado EP que contiene balazos como Bieenn! y Misiles, para dar toda la pelea posible en la seguridad de que, desgraciadamente, sus disparos solo llegarán a unos cuantos avezados oyentes. Permanecer en estado de guardia y agudizar el oído parece una labor harto costosa para el aficionado medio, pero estos guerreros no están dispuestos a entregarse a las primeras de cambio; la prueba está en que la batalla continuará en todo tipo de cuarteles, léase escenarios, mientras conserven la chispa que los distingue de otras propuestas similares. Y no hemos dicho que son amigos y residentes en Granada, con lo cual su caché como músicos puede subir unos cuantos enteros. El reino nazarí, ese hervidero musical eterno al que debemos tantas bandas y tantos grandes momentos en la historia de nuestro patrimonio rockero. Pues eso, que le den al sonido centroeuropeo, Checopolaco vienen de aquí al lado, y ojalá persistan en quedarse mucho tiempo. 

Si alguien presentía que el entrante sería solo la guarnición para el filete que presidiría el plato (permítasenos el juego de palabras con el título de uno de sus más brillantes álbumes: Presidente), los cubiertos ya estaban servidos. Escueto en cualquier tipo de introducción, renqueando en los iniciales rasgueos de guitarra pero seguro de una banda de alto octanaje que ha recuperado en la actual gira, Antonio Luque alias Sr. Chinarro, porque las canciones, letras, músicas y disquisiciones llevan su sello personal e intransferible desde el primer hasta el último acorde, decide en los recientes bolos ignorar por completo sus dos recientes trabajos. Ni rastro del irregular Menos samba!, del que rescataba algún que otro tema en sus presentaciones acústicas, y menos aún de Enhorabuena a los cuatro, el supuesto motivo de que el sevillano haya salido de nuevo a la carretera. Las ganas se le suponen, aunque jamás fue un músico expresivo, y su presunto afán de huir de lo establecido o de escorar los caminos de la “normalidad” le llevan a dejar a su público con las ganas –al menos por el momento- de escuchar la traslación al directo de unos temas que dosifica con demasiada asiduidad. A la sexta canción, en vista de lo escuchado, ya sospechábamos que lo atípico de su personalidad artística no estriba solo en su aspecto de intelectual desaliñado, sino en su continua anarquía creativa, prolífica hasta casi el exceso en los últimos tiempos (no olvidemos que también se está convirtiendo en un dignísimo novelista) y en su afición por el despiste. Sentadas las bases, solo podíamos buscar la mejor ubicación auditiva para disfrutar de un nuevo repaso al póker de ases que le hizo ascender a la primera división del pop independiente nacional, a saber: El fuego amigo, El mundo según, Ronroneando y el ya citado Presidente.

Así las cosas, Ni lo sé ni lo quiero pensar y Dos besugos abrieron un set list que se detuvo en las ramificaciones eléctricas de un imponente El gran poder (gran trabajo de Jordi Gil en las guitarras) y otra parada obligada en su repertorio, la preciosa Los amores reñidos. Las lecturas más ceñidas al guión de las raciales Gitana y Del montón, algo más previsibles y hasta bailadas en plan folclórico, y las raíces acústicas de El cabo de trafalgar y El alfabeto morse abrieron la baraja estilística, que aunque no lo parezca, tiene mucho más naipes de lo habitual. Hasta el trote rítmico de La decoración y Tímidos, pasando por la introspección de María de las Nieves (una de las letras más impresionantes y una de las canciones imprescindibles en un primer acercamiento a su obra) y la intrascendencia de Una llamada a la acción tiene tiempo suficiente para repartir buenas lecciones de pop melódico en San Borondón, reivindicar irónicamente una ecología mejor repartida en Vacaciones en el mar, hacer ambiguas asociaciones en Esplendor en la hierba, apelar a su lado más costumbrista en El lejano oeste o establecer conexiones con su etapa “oscura”, de la que no reniega pero a la que ensombrece a conciencia, en otra preciosa versión de Ángela

Convence el señor Luque a los ya conversos y a los más escépticos, aquellos que se acercan a su música con profundo respeto pero con sumo desconocimiento de causa, y entre comentarios alusivos al calor, la gastronomía local y su propio desapego a etapas primigenias de su carrera, se marca un sentido ‘Babieca’ que vuelve a recordarnos su enorme categoría como letrista. Claro que de no ser por unos músicos del calibre de Pablo Cabra en la batería y Javi Vega en el bajo (la base de Maga, para entendernos) todo sonaría menos intenso. Y no es que el jefe no imponga su santa voluntad, que lo hace sin necesidad de que se le note, pero lograr un sonido tan compacto y permitirse el lujo de tocar lo que quiera y como quiera denota una seguridad en sus posibilidades que por otra parte ya ha sido sobradamente demostrada. 

Los graves profundos de Los ángeles anunciaban el bis (“Cuando noté que no estabas llegó el terror”) y la repentina despedida llegaba con El rayo verde (“Tú nunca has visto ese maldito rayo verde, yo tuve la oportunidad”), dejándonos con la sensación de que este viaje en primera clase a un sonido único podría haberse prolongado durante algún tiempo más, pero también con la certeza de que debemos sentirnos afortunados de tener a un músico de su perfil, consciente de sus puntos fuertes a la vez que de sus limitaciones, y de esperar una próxima ocasión de demostrarle nuestra devoción. Siempre con peros, ya explicados unos párrafos más arriba, pero –valga la redundancia- ¿qué sería de un concierto de Sr. Chinarro sin ellos?

Por: J.J. Caballero.
Fotos: Raisa McCartney.