Desde la noche de los tiempos en el mundo del pop-rock han existido cientos de grupos que en su ADN encerraban un cromosoma interno que parecía destinarles de manera más que innata a arrastrar con su propuesta a cientos y miles de personas de toda edad, sexo y condición social.
Normalmente dichas bandas suelen esconder en sus composiciones fundidas las bazas de la accesibilidad y la calidad, elementos que unidos suelen dar píe al debate encendido entre la facción más ortodoxa, la que suele mirarles con soslayo y les tilda de comerciales, y aquella que entiende, no sin gran parte razón, que lo que importa en las canciones es que éstas puedan ser coreadas y diviertan sin más. Pues bien es en ese punto justo es en el que podríamos englobar a unos viejos amigos, los madrileños Sidecars, que ahora están de vuelta con Fuego Cruzado.
Con tres discos ya a sus espaldas, el inicial Sidecars, repleto de frescura y descaro, con el que nos hacían pensar en unos Tequila y Ronaldos de nueva hornada, aunque también en una versión juvenil de Pereza, su continuación Cremalleras, una aproximación irregular y de producción blandita a sonoridades americanas que tan solo funcionaba a medias, y Fuego Cruzado, el último en discordia que significa el comienza de una nueva etapa en el seno de la banda y que parece estar tocado por la varita mágica de la virtud.
Virtud porque con el transitar de las escuchas iniciales uno percibe que por primera vez la banda ha logrado fundir sus diversas influencias con total orden y coherencia, sin perder por ello su descaro y ese comercialidad bien entendida; elemento que queda perfectamente explicado a poco que uno eche un vistazo a la temática de sus letras, a la forma que tienen de resolver los arreglos de las canciones y a la fórmula de enfocar las labores de producción, que en ésta vez recaen en las sabías manos del no siempre justamente ponderado Nigel Walker, encargado de dotar de luminosidad y cercanía a un conjunto de composiciones brillantes en su mayoría.
Una heterodoxa combinación de elementos, sabiamente barajados, que hacen de Fuego Cruzado un trabajo altamente disfrutable en el que con gran armonía conviven canciones tan notables como No Vuelvas, callejera y stoniana a partes iguales, Soledad, con un suave crescendo y una letra muy bien traída, el rock kamizake de la titular Fuego Cruzado y los aires a rock sureño de Contra las Cuerdas y Hasta el Final, donde cobran protagonismo los coros de Matías Sorokín, convertido de un tiempo a esta parte en el quinto “Sidecar”.
También llaman la atención cortes como Todos mis Males y Dinamita, en los que juegan, sobre todo en ésta última, a bajar el píe del acelerador y coquetear con ramalazos casi folkies; la sofisticación y elegancia que muestran en De Película, con referencias a Madrid y dejes claramente inspirados en unos Burning altamente edulcorados, quizás, dependiendo de los gustos, demasiado. Y hasta referencias al pasado de la banda que entroncan directamente con su debut en composiciones como El Peor Verano, Déjalo Sangrar y La Estampida, que como venimos diciendo muestran un amplio abanico de referencias ahora sí perfectamente enlazadas.
Con Fuego Cruzado, Sidecars logran dar un importante paso adelante en su carrera, firmando un trabajo coherente que aúna juventud, buenas canciones y accesibilidad, en un heterodoxo recorrido que recoge las múltiples influencias de la banda, pasadas por su propio tamiz.
Probablemente no hará las delicias de ningún purista, defensor de estúpidos prejuicios, pero sí debería conseguir que sus audiencia, aún dubitativa, les abrace con decisión. Recogiendo definitivamente el testigo de grupos “bisagra” como Tequila, Los Ronaldos, Los Rodríguez y hasta Pereza que han logrado hacer que muchos, a través de su influencia directa, nos decantáramos definitivamente por el rock and roll. Esa será su gran misión.
Por: Javier González/javi@elgiradiscos.com