“Si digo ‘I love you’ la gente pensará que estoy haciendo un papel. Si digo ‘T’estimo’ la gente sabrá que es de verdad”. Las cosas cambian y David Carabén, líder de Mishima, reconoce que su ‘yo’ verdadero es el que está presente en los discos en los que canta en su lengua materna: el catalán. El grupo se formó allá por el año 1999 y sus dos primeros discos – Lipstick traces y The fall of public man- fueron un juego: “Nosotros empezamos a cantar en catalán desde el primer disco, lo que pasa que en esa época me tomaba lo de hacer canciones como un entretenimiento, como un baile de disfraces. Y poco a poco me he ido dando cuenta de la importancia que tenía la música para mí”. Y es que, escuchando la discografía del quinteto barcelonés, es notable que las letras en inglés estaban interpretadas con cierta simpleza: “Por el tipo de canción que he terminado haciendo, creo que escribir en mi lengua natural es muy sincero. Imprime una capa de autenticidad a las canciones y creo que el espectador lo sabe apreciar. Escribo mucho a partir de imágenes interiores más que contar la realidad externa; por eso, las canciones son como pensamientos”.
Carabén, es el único de su banda que se dedica por completo a la música; aunque solo desde hace cuatro años. Él lo llama “haberse profesionalizado”. En ese endurecimiento de la tarea también se incluye un calendario de producción que el grupo ha establecido y que les obliga a grabar un LP cada dos años. Los otros miembros de Mishima, compaginan horarios de oficina con grabaciones, promoción y conciertos. Sin embargo, el líder del quinteto barcelonés cree que “los técnicos de directo viven mejor que los músicos porque van a precio fijo” y por eso pueden dedicarse exclusivamente a la música desde el principio de su carrera. La exigencia y dedicación a la profesión son los constantes deberes de cualquiera que pretenda, de verdad, labrarse un nombre: “El del músico es un tipo de oficio que no te permite relajarte en ningún momento. No sé si es porque nuestro país no se consume suficiente música o porque nosotros somos un grupo pequeño. Pero no nos relajamos. Vas haciendo música y vas intentando conectar disco a disco con el público. No tenemos la sensación de haber llegado a algún sitio, lo que si notamos es el reconocimiento”.
El triunfo de la música en catalán es una realidad. El idioma suena bien, hay nivel alto en las producciones y los grupos cada vez tienen más repercusión mediática. Cuando en los noventa los grupos indies abrazaron el inglés hasta para ir a comprar el pan, había gran parte del público que no se enteraba del mensaje y este detalle no parecía un impedimento para escuchar música. “Afortunadamente, el nivel cultural poco a poco va creciendo. El gusto por la música se va refinando y la demanda de consumo está aumentando. La gente quiere cosas nuevas después de escuchar, por ejemplo, el disco de Rihanna. Y es por esto que creo que los grupos catalanes tienen más relieve mediático. Cada vez hay más personas que quieren desarrollar su discurso artístico y hay un público dispuesto a escucharlo. Pero aún no es suficiente. Estamos en un momento socioeconómico adverso para la música. En la industria se sufrió antes la crisis digital que la económica; y, atendiendo a las estadísticas, vivimos en uno de los países más piratas del mundo después de Taiwán. Además, el Gobierno no vela por la mejoría del sector y lo deja claro con medidas como el 21% de IVA. Así que, quien gana más dinero después de un concierto nuestro es el Estado”.
Refiriéndonos al título del disco, L’ansia que cura, se intuye un ejercicio terapéutico grupal. El reconocimiento de las debilidades y de los errores en público, fortalece al individuo. La ansiedad se torna dicotomía para reflejar que los cambios sociales y personales provocan una inestabilidad constante: “Vivimos en una sociedad en la que exigimos cambios a los políticos y otros cambios, nos vienen dados como es el caso de la moda o la tecnología, que a veces nos supera por difuminar las fronteras entre lo privado y lo público. También hablamos de la ansiedad que produce la música al comprobar que el panorama es frágil y precario. Pero bueno, la profesión te da felicidad. Es complejo”.
Yukio Mishima, autor japonés del que toma el nombre el grupo, escribió En defensa de la cultura, un ensayo sobre la necesaria protección de la figura del emperador para salvaguardar la cultura de un país. Extrapolando el título de dicha obra a la actualidad, no sería mala cosa elaborar un pequeño tratado sobre la importancia de amparar las actividades artísticas y a sus creadores. Carabén se apresura a dar su visión del asunto: “Creo que cualquier producto cultural debería ser tratado como un bien de contenido inagotable que va más allá del mero intercambio comercial. La parte de la sociedad que es capaz de producir libros, discos, espectáculos y películas debería ser premiada e incentivada para seguir creando. La cultura hace libre a un país porque ofrece distintas visiones sobre la realidad. La terea de cualquier administración no es tirar por tierra las iniciativas artísticas, sino facilitar que el engranaje artístico se mueva”.
Por: Mary Purple.
Foto: Alberto Polo.
Foto: Alberto Polo.