Hay propuestas que te ganan para su causa desde el primer acorde. Sin razón ni motivo aparente. Se presentan ante ti y de pronto, como arte de magia, sabes que te van a acompañar el resto de tu vida. Algo así fue lo que ocurrió cuando llegó hasta nuestra redacción Camino Ácido, el hasta la fecha primer trabajo de Ángel Stanich.
Porque fue ponerlo y comenzar a sentir muy dentro la desnudez de la propuesta de un iluminado, quizás un loco enamorado del rock cavernario, que en la sana imperfección de su “Camino” ha logrado dar vida a un disco enorme, principalmente por la belleza e inquietud que logra transmitir al oyente en cada una de sus composiciones, en cada uno de sus desazonadores fraseos y hasta en cada una de esas magníficas atmósferas fronterizas que recrea en sus canciones.
Elementos todos ellos conjugados a la perfección desde la titular Camino Ácido, un híbrido de ritmos sureños que narra la turbulenta historia de una mujer sin ataduras, pasando por la solitaria El Outsider y el desconcierto de El Cruce para llegar al homenaje nada velado que tributa Charles Bukowski en Chinaski que cierra la primera parte del álbum con el permiso de la instrumental “Día del Apaleamiento”.
En la segunda tanda de canciones destacan la rotundidad y solidez de Metralleta Joe, probablemente otro homenaje en éste caso al Hey Joe de Jimi Hendrix, más por las referencias explicitas que por concepto, la inquietante La Noche del Coyote; y también la desnudez romántica de Miss Trueno 89 y la despedida en falso que supone la sorprendente Amanecer Caníbal, dotada de un crescendo que parece hacernos pensar en dos temas condensados en uno, con el permiso de los “bonus tracks” marcados por la trepidante base rítmica de Mezcalito y El Río, su particular revisión en clave orgánica del clásico de Miguel Ríos.
Al enfrentarnos a la valoración final de Camino Ácido no podemos pasar por alto el hecho de que nos encontramos ante un disco que no concede tregua al oyente, básicamente porque tampoco la pide, y que necesitará de varias escuchas reposadas para ser valorado en toda su extensión.
Y es que su armadura, desnuda, pretendidamente minimalista, nos hacen estar ante un trabajo tan rocoso como sólido y notable; y hasta brillante, a su manera, en la sensible producción que le han dado (la cual, por cierto, corre a cargo de Javier Vielba vocalista de Arizona Baby). Un disco que desde ya, y por derecho propio, debe considerarse como otro de los grandes álbumes que nos ha regalado éste 2014 y que hará las delicias de todos los amantes del rock fronterizo regado de toques lisérgicos y surrealistas.
Por: Javier González/javi@elgiradiscos.com