Maika Makovski (Mallorca, 1983) responde el teléfono con la alegría de quien espera a la incertidumbre con los brazos abiertos. Su ensayo se ha interrumpido para responder a esta entrevista. El 27 de febrero toca en el Teatro Lara de Madrid dentro del ciclo SON Estrella Galicia. Estará ella sola con un piano, una guitarra y sus “pedalitos”. Thank you for the boots es el disco al que va a dar sepultura en este 2014 tras una larguísima gira presentando sus tres últimos trabajos sin descanso: “La gente no lo sabe, pero, Desaparecer y Thank you for the boots son discos hermanos. El primero lo escribí en marzo y en julio escribí el segundo”. Makovski es una artista aferrada a la verdad de cantar mirando a los ojos. De físico portentoso, parece un personaje sacado de las fotografías de Slim Aarons por su buen tono de piel, su contundente personalidad y su belleza atemporal que podría ser una mezcla entre Ali McGraw y Úrsula Andress.
La mallorquina no tiene pudor al reconocer que su música cambia mucho del disco al directo. Tal es su honestidad que entre risas comenta que ella y su banda en el estudio son como bebés y que en el escenario son como adultos. Por eso, su próximo LP –el sexto- será una grabación en directo: “Es un concierto en la sala Apolo de Barcelona y recoge los temas que hemos tocado durante este tiempo. Lo hacemos, sobre todo, para que nos dejen de decir que les gusta más como sonamos en vivo”.
Thank you for the boots es un homenaje a la lealtad y a la amistad. Las botas a las que hace referencia el título son las que recibió como regalo de una amiga con la que estuvo en el internado donde pasó su adolescencia. Quizá por eso en el disco se relatan distintos estados anímicos que, por ley de vida, se acentúan en el camino hacia la vida adulta. Hay empatía –Your reflection-, chulería –Number-, anhelo –No news- y tristeza –When the dust clears-. Pero en ese gran drama que es ser teenager también hay algo de humor –Cool cat-.
Este álbum bien podría ser el repertorio de un musical y Maika asiente diciendo que no es la primera vez que asocian su disco a una referencia de este tipo. En las canciones predomina el piano clásico con el que volvió a encariñarse tras participar en la obra teatral Desaparecer -sí, igual que su tercer disco- , dirigida por Calixto Bieito, en la que compartía cartel con Juan Echanove. La incursión de Makovski en el audiovisual también pasa por haber compuesto la banda sonora del documental sobre el teatro Romea de Barcelona que el pasado noviembre cumplió 150 años: “Me encantaría volver a participar en un proyecto audiovisual. Hacer la música para el documental del Romea fue especial porque allí estuvimos representando Desaparecer durante un mes y medio. Me gusta asociar imagen y música”. Esto también lo dice porque el cuadro que ilustra la portada de su disco homónimo es un autorretrato al óleo pintado por ella misma en el que se aprecian trazos agresivos y un pantone lleno de melancolía.
Con Bieito también ha trabajado, además de cómo actriz, como directora musical en El jardín de los cerezos, de Chejov, representada en el teatro Residenze de Munich: “Fue una experiencia increíble. No tener la presión de salir a escena me aportó unas sensaciones maravillosas para no estar pendiente de la vanidad en ninguno de sus grados. Estuve trabajando con tres músicos clásicos – piano, contra, violín- y con los actores, que eran quienes iban a cantar las canciones que había escrito. Fue un lujo, sin duda, descubrir mis canciones en boca de otros”.
Maika Makovski se sube a las tablas del Lara para devolver sus canciones al estado primitivo. Se quiere mostrar a la ciudad que aún no le había visto actuar solo con lo puesto. Ha decidido regresar a la intimidad de las composiciones bajo un halo de austeridad. Porque, no se sabe qué pasará encima del escenario. Porque, jugará con la inevitable libertad que da tocar sola.
Por: María Purple.
Foto: Albert Manau.
Por: María Purple.
Foto: Albert Manau.