Hasta hace unos cuantos años, el rock realizado en Bizkaia, en líneas generales, se circunscribía a unas pautas relativamente marcadas y de alguna manera herederas del rock radical vasco y en consecuencia ligadas a ese tipo de sonidos y de mensajes. Ahora las cosas son diferentes y se ha abierto de manera amplia el abanico estilístico que se puede encontrar en la zona. No es de extrañar, por lo tanto, toparnos con gente como Last Fair Deal, influenciados directamente por el hard rock clásico.
El joven trío bilbaíno (Gonzalo Portugal, Iker Arbizu y Virginia Fernández) presenta ahora su segundo disco, “Once”, en el que van a seguir demostrando todo aquello de lo que ya habían hecho gala hasta ahora: plasmar su apasionamiento por la música de los setenta en canciones propias. Tanta es su veneración por esa época que les hemos podido ver homenajeando a uno de sus representantes más carismáticos, Rory Gallagher, en directo.
Hay ciertos peligros, como caer en la repetición o en cierta linealidad que no vaya mucho más allá de homenajear a los mitos de uno, que pueden derivar del acercamiento a géneros tan marcados como los mencionados. No es el caso de estos vascos. Su nuevo trabajo resulta variado, lleno de referencias sonoras al espíritu de sus referentes, pero hecho con gran talento y energía.
Lo que puede ser considerado como la introducción al disco, la instrumental homónima, habla bien a las claras de cuáles son las armas de Last Fair Deal: fuerte sección rítmica y unos riffs crudos y trepidantes. Bajo esas premisas, sumada a la contundente y rasgada voz de su cantante, atruenan en “Nobody”, puro hard rock sureño que se nutre tanto de bandas clásicas (Bad Company) como otras más actuales (The Black Crowes), o en el ritmo boogie que contagia “Down Below”. En “Miles” se abrirá la puerta para que se dejen ver los compases del blues.
Pero la banda sabe muy bien, sin perder sus señas de identidad, moverse por otros terrenos, algo que es uno de los puntos fuertes de este disco, tal y como atestigua por ejemplo su paso por un ambiente más rock, en la onda Faces, en “Gonna Tell”. Si en ésta ya hacía acto de aparición los teclados, con mayor protagonismo lo harán en el desgarrador y genial medio tiempo que es “Yesterday”, a la que imprimen tonalidades soul, tal y como lo pueden hacer bandas actuales como Zach Williams & Reformation. Siguiendo con ese lado más intenso e íntimo, “Bye Bye Blackbird” se adentra en terrenos cercanos a los de intérpretes como Janis Joplin. Ahondando todavía más en esa deceleración del ritmo nos encontramos con la acústica y desnuda “The World is Fading”.
La banda vasca consigue con “Once” amalgamar diferentes visiones y matices de una propuesta inspirada claramente en el rock setentero, tanto en lo musical como en esa sensación de huida y/o liberación que plantean sus textos, pero que en ningún caso suena repetitiva ni acomodaticia. Al contrario, su puesta en escena es de lo más estimulante y, aunque suene a tópico, a tenerla verdaderamente en cuenta cuando se piense en los sonidos guitarreros hechos en nuestras fronteras.