Pablo Galiano inició su carrera en solitario (antes había formado parte de bandas como Lola Sioux o Perros de Paja entre otras) de la mejor manera posible, con un disco debut, “La Noche es Ahora tu Casa”, que le mostró como representante de un rock clásico intenso pero de variadas influencias. Algo que le llevó a situarse en un puesto privilegiado de dicha escena. Instalado en ese escalafón presenta ahora un segundo trabajo, “La Ciudad Devora a los Pájaros”, que la primera sensación que transmite es una sorpresa por el cambio de rumbo ejercido.
En este nuevo álbum del madrileño la “negritud” se ha erigido en el denominador común de su sonido, mientras que anteriormente era uno más de los diferentes matices, ahora ha empapado por completo sus composiciones. Y lo va a hacer además de una manera muy original, con una forma oscura y profunda, en la que tiene un papel esencial la labor del productor, y también batería, Isaac Rico.
Evidentemente el desarrollo hacia ese tipo de melodías lleva implícito casi necesariamente una manera determinada de trabajar las letras y las historias que se esconden tras ellas, ahora basadas en imágenes impactantes en detrimento de pasajes más realistas.
Ya desde un inicio, que lo marca la canción que da título al disco, nos encontraremos con un ritmo que se nutre de un riff contundente a lo ZZ Top y que se irá trasladando hacia sonoridades más modernas en un entorno que puede recordar a The Black Keys. “Canción de Amor y Muertos” se adentra en pasajes con un deje latino embrujador a la forma del primer Carlos Santana. Uno de los elementos esenciales con los que cuenta este trabajo es el juego que aportan los coros, en los que toma parte Laura Rubio (Garaje Jack). Canciones como la íntima e intensa “Vencido” o “Celebración de la Luna”, a modo de crudo gospel, son algunos de sus mejores exponentes.
El blues, presente de una u otra manera en buena parte del álbum, hace su aparición más clara en la vibrante “La Huella del Camino”, dirigida por una percusión agitada y que desprende algo de ese salvajismo de los Guadalupe Plata, o en acercamientos más clásicos y primitivos, ya sea en su versión eléctrica (“Redención”) como en acústica (“El Bosque”). La aparición de un tono más campestre se hace presente en “El Río”, que sigue manteniendo intacto ese tono pasional que inunda todo el trabajo, al que se pone punto y final con la desnuda y estremecedora “Nana de los Esqueletos”, haciendo honor en toda su amplitud a su título.
Pablo Galiano da con este segundo disco un cambio de rumbo a lo que nos ofreció en su debut, enfocándolo hacia un predominio de los sonidos negros que trabajan tanto el lado espiritual como el tribal. El resultado, un brillante y adictivo huracán de sentimientos que impregna cada una de las melodías que forman este “La Ciudad Devora a los Pájaros”.
Kepa Arbizu