Hay que congratularse de la cantidad de músicos que a modo de cantautor, en su concepto más estricto, es decir un artista que crea e interpreta sus propias canciones, existen en el panorama del rock hecho en castellano, entendido desde su acepción más abierta e iconoclasta. Por un lado están aquellos que paulatinamente van apareciendo como novedad y luego esos otros que en silencio y paso a paso están labrando su propio camino, como es el caso de Luis Moro.
Tras tres años sin noticias del gallego, desde aquel “Carnaval Humano”, aparece su nuevo disco “Cielo Color Burdeos”, el quinto de su trayectoria. Sus señas de identidad se mantienen intactas: acercarse al sonido americano desde una concepción íntima y profunda del mismo. No obstante esta nueva referencia supone un paso más en el camino emprendido hacia una presentación más orgánica y depurada de su propuesta artística.
Este álbum, en el que toma parte su habitual grupo de acompañamiento Tribeca’s Band, está compuesto de únicamente siete canciones, que junto al hecho de que todas ellas comparten un mundo sonoro-literario común y muy particular, resalta todavía más ese espíritu conciso y en busca de lo esencial que contiene el álbum.
El hecho de que la canción que da título, realmente bello por cierto, al disco sea la versión del tema de Tom Waits “New Coat of Pain” (ya aparecía mencionada en su “Realidades y Miserias”), es una evidente declaración de intenciones. Un brillante tema que se desarrolla bajo un intenso blues arrastrado con una llamativa labor de la percusión. Unas coordenadas sonoras que se extenderán hacia un sonido desértico y árido en “Santa Maria” o “Judith Mishima & Alex Lafonataine”, ésta con un sentido más épico envuelto en una insatisfecha historia de amor, donde se aprecia una instrumentación repleta de pequeños matices, una opción que nos recuerda al método que en muchas ocasiones lleva a cabo de manera magistral Joe Henry.
Un folk-country oscuro y con inclinación hacia lo trágico es el camino elegido por “El Fondo Diamante de su Mirada Triste” o “Valentina”, en los que seguimos asistiendo a esa desbordante aparición de matices a la hora de conformar las canciones. En lo que podíamos llamar una degradación hacia el minimalismo total nos encontramos con la austeridad de “Marianne” y sobre todo con “Un Adiós Hubiera Bastado”, en la que su voz aparece en primer plano y toma una importancia capital el juego de silencios.
“Cielo Color Burdeos” es un disco que necesita de la atención del oyente, su espíritu sobrio y conciso no debe ocultar los detalles y la diferentes capas, que poco a poco y tras cada escucha van asomando, en las que discurren las composiciones. Quien decida embarcar ese viaje encontrará aquí un refugio, a veces perturbador, pero de una indudable calidad.
Kepa Arbizu