Vuelve Bunbury y lo hace con “Palosanto”, el octavo trabajo de estudio en su discografía particular, una carrera que comenzó hace ya más de quince años de manera relativamente errática con “Radical Sonora”; un álbum que paradigmáticamente marcaría parte de lo que sería una trayectoria como solista siempre caracterizada por la búsqueda constante y la experimentación; en la que le hemos visto calzarse trajes musicales de lo más diverso que le han llevado a firmar obras tan colosales como “Pequeño”, “Flamingos” o “Licenciado Cantinas”, discos que han reportado gran prestigio a su carrera hasta el punto de habernos hecho olvidar por momentos que en su día Enrique fue la cara más reconocible de Héroes del Silencio, palabras mayores dentro de la música rock española.
Regresa Bunbury, como decimos, con “Palosanto” un álbum en el que el músico zaragozano ha vuelto a ocuparse de las labores de producción, buscando premeditadamente un disco elegante, de cuidada instrumentación, en el que se juega con las intensidades y donde cobran especial protagonismo los coros, por momentos de claro regusto negro, tratados con absoluta exquisitez, para el que ha planteado una obra dividida en dos partes bien diferenciadas.
Con una apertura que posee un pulso más enérgico y rabioso para dar paso a una segunda relativamente más confesional, con el denominador común de mostrarnos a un Bunbury que interpreta sus canciones de una forma más cuidada y reposada que en otras entregas, defendiendo para la ocasión unos textos actuales, convulsos, sociales y hasta politizados, escritos a corazón abierto que, salvando las distancias entre unos y otros, por su fondo nos recuerdan poderosamente a la etapa en que el artista escribió el fenomenal “Pequeño”, repleto de letras con las que cualquiera nos habríamos podido sentir identificados.
Sin embargo, y a diferencia de lo que ocurrió con aquel, en ésta ocasión Enrique, que para la ocasión parecía contar con la mano de cartas perfecta para firmar un discazo, solamente logra entregarnos un trabajo que funciona a medias, donde el minutaje se hace excesivo a todas luces y en el que parecen faltar cortes llamados a convertirse en himnos en sus conciertos, siendo varios los casos en los que algunas de las composiciones deberían haberse omitido sin casi discusión alguna.
“Palosanto” empieza de una forma más que correcta en su primera parte con la reivindicación personal que encierran “Despierta” y “Más Alto que nosotros solo el Cielo”, bajando el pistón con “Salvavidas”, para retomar el pulso con la intensidad épica bien entendida que encierra “Los Inmortales”, quizás la mejor de toda la colección por su letra y esos coros góspel que tan bien le sientan, y “Prisioneros”, enlazando los que probablemente sean los instantes más brillantes de todo el álbum.
El primer borrón llega de la mano de “Habrá una guerra en las Calles”, donde un texto de lo más beligerante parece reclamar una actitud más cruda y rockera en su tratamiento; un error en la elección que vuelve a aparecer en “Destrucción Masiva”, con un riff inicial que parece ser una copia del que abre el “20th Century Boy” de T.Rex y que da paso a un remedo de apariencia endeble que quiere emparentarse con una revisión del “Personal Jesus” de Depeche Mode, cerrando esta primera parte del álbum con la correcta “El Cambio y la Celebración”, donde unos versos brillantes parecen quedar algo descafeinados en su resultado final.
La segunda parte del mismo tampoco recupera el pulso, al menos en su apertura, con “Hijo de Córtes”, un intento de desmarcarnos de las acciones colonizadores que ocurrieron siglos atrás y de los que, sin sentirnos orgullosos para nada por los hechos acaecidos, poca culpa tenemos los españolitos nacidos a los pies del segundo milenio, asolados ya de por sí por la corrupción política y el paro.
Suerte que “Mar de Dudas”, “Miento cuando digo que lo Siento” y “Todo”, nos devuelven a un Bunbury que abre su corazón de manera sincera en tres acertados medios tiempos que vuelven a representar parte de lo mejor y más emocionante de éste “Palosanto”; la pena es que dichos cortes tengan que convivir con “Nostalgias Imperiales”, “Causalidades” y “Plano Secuencia”, canciones decentes pero excesivamente faltas de ese plus ( de interpretación apasionada, de instrumentación más violenta…) que les harían subir un par de peldaños en su valoración.
Ante tal tesitura la valoración final de “Palosanto” no puede ser todo lo positiva que nos gustaría. Básicamente porque se trata de un disco fallido de Bunbury, uno de nuestros grandes y al que por lo tanto se le debe exigir siempre un punto más de calidad y creatividad que a los demás; que encierra buenas canciones que anuncian grandeza para finalmente quedarse a mitad de camino en la mayoría de casos y en el que repetimos, también se han incluido cortes que a todas luces deberían haberse quedado fuera tras escuchar la mezcla final.
Ojalá el siguiente capítulo de la carrera musical de Bunbury nos haga desdecirnos de nuestras palabras y sea entonces cuando entendamos que obras fallidas como “Palosanto” son necesarias para que los músicos lleguen a nuevas sendas aún por descubrir que marquen grandes hitos en su trayectoria.
De verdad que nada me haría más feliz, puesto que para nadie es un secreto el hecho de que el que hoy suscribe, para dar un palito a Enrique, es una persona que le admira con devoción y respeto, siendo buen conocedor del hecho de que su nombre y su obra quizás le hagan digno de quedarse con el título de mejor músico de nuestro país. Quizás por eso y sólo por eso, le exijamos tanto.
Por: Javier González/javi@elgiradiscos.com