Con todos ustedes el nuevo disco de Sir Paul McCartney. Entiendo que de primeras no necesita mayores presentaciones este septuagenario inglés integrante de una de las bandas más influyentes de todos los tiempos, The Beatles. Al margen de esa vitola de mito que lleva con él, su carrera ha ido caminando, con más o menos atino según el momento, hasta estos días. Precisamente por eso toca abstraerse de quién es él, tanto para lo bueno como para lo malo, y realizar la tarea, tan fácil como complicada en ocasiones, de situarse simplemente delante de sus nuevas canciones.
“New” hace el trabajo número 16 de su discografía individual, cosa que dentro de este extraño mundo musical actual es difícil discernir qué supone en realidad. Pero una vez más, como tantas otras, lo único que debe primar es la música, y bajo ese explícito título de “New” y las llamativas luces que lleva por portada, se esconde una reivindicación muy clara: situar su figura en el hoy y en el ahora. Eso sí, sin olvidar ni por un momento quién es y cuáles son sus señas de identidad.
Esa línea imaginaria que tiende el disco entre el presente y el pasado cuenta, como uno de sus máximos aliados, con la decisión de utilizar hasta cuatro productores diferentes, y diferenciados, para dar forma al álbum: Ethan Johns (The Vaccines, Kings of Leon...), Paul Epworth (Adele, Maxïmo Park, Bloc Party...), Mark Ronson (Amy Winehouse, Kaiser Chiefs...) y Giles Martin, para más señas hijo de George Martín, productor y algo más de los Fab Four.
De manera esplendorosa se abre este álbum con “Save Us”. Y precisamente lo hace dando rienda suelta a un ritmo trepidante y realmente actual, por el que casi cualquier grupo moderno mataría por componer algo así. La canción sabe conjugar, y en ese sentido es ejemplo de lo que supone este disco, intensidad con unos coros deliciosos. El reverso de esta actitud, la obcecación por abundar en estos ambientes, supone el mínimo talón de Aquiles del trabajo, por medio de canciones como la pasable “Queenie Eye” o las fallidas “Appreciate” o “Looking at Her”.
Las resonancias de The Beatles, como es lógico y casi inevitable, se cuelan en canciones como “I Can Bet”, aportando ese lado más rockero y descarado, o en “New”, con un soniquete muy reconocible que puede recordad a “Penny Lane”. Con “On My Way to Work” continuará sobre la idea de dar forma a sus habituales, y logradas, melodías cálidas y amables, aunque inserte pequeñas pinceladas de un sonido más moderno. “Alligator” se moverá por unos derroteros en los que a esta misma sensación le añadirá momentos eléctricos y cercanos al rhythm and blues, siempre interpretados desde una óptica pop.
La parte más delicada e intimista llegará, principalmente, de la mano de dos temas como “Hosanna” y “Early Days” que por derecho propio forman parte de lo más destacado del disco y muestra inequívoca de un nivel compositivo e interpretativo brillante. Si en el primero hay una demostración de profundidad y por momentos llega a recordar a Roy Orbison en su tono de entonar, el segundo apuesta por un sonido más campestre, entorno al folk-country, y nostálgico donde su voz suena en primera persona, profunda y entrecortada, trayendo a la mente incluso esos American Recordings de Johnny Cash.
Paul McCartney logra sobradamente con “New” aunar el presente con el pasado. Es verdad que en ocasiones esa idea la desarrolla en exceso, por esas ganas de mostrar su cara más actual, dando pie a algún resbalón, algo que habría podido ser subsanado por medio de un disco más conciso que a la larga hubiera dado un resultado más redondo. Para muchos un nuevo trabajo del ex Beatle significa una suerte de “déjà vu” sin demasiado interés, pero si nos abstraemos de prejuicios y nos dejamos llevar por las canciones, aquí las hay y excelentes. Sí, por supuesto que suenan mucho al Macca de siempre, pero también el caviar siempre sabe a lo mismo y nadie se ha quejado.
Kepa Arbizu