Israel Nash Gripka se postuló como uno de los músicos más a tener en cuenta dentro del sonido americano con la publicación, principalmente, de su disco “Barn Doors and Concrete Floors” (2011). Un álbum precedido por “New York Town” y en el que ya se anticipaba esa manera, que más tarde apuntalaría, de trabajar dicho género, tan cerca de su manifestación más clásica como de una representación de lo más intensa. Una mezcla llevada a cabo de una forma ejemplar.
Siempre resulta complicado hacer frente a la continuación, cronológica, de un trabajo que cosechó un respaldo casi unánime a la hora de tratarlo como una de las obras esenciales publicadas durante su año. En esta ocasión esa difícil tarea la ha materializado adoptando ciertos cambios. Algunos de ellos estarán relacionados con una esfera más superficial, como la supresión del Gripka de su nombre, y otros en un plano estrictamente musical, como el paso dado para convertirse en su propio productor y, por encima de todo, un cierto nuevo rumbo estilístico.
Otro elemento a tener en cuenta, y más teniendo en cuenta el tipo de camino emprendido por este trabajo, es su nueva residencia, trasladándose desde Nueva York a la Texas profunda. Precisamente un rancho ubicado allí es el lugar elegido para la grabación, analógica por cierto. Una decisión, la de aislarse a la hora de grabar un disco, que parece conformarse en tradición, para su anterior obra escapó a las montañas de Catskill. Todo este tipo de elementos contribuyen a que nos situemos delante de unas canciones que apuestan por buscar una ambientación y unas atmósferas entre bucólicas y psicodélicas que pretenden fusionar a individuo y paisaje.
“Rain Plans” esconde un nombre propio que planea de manera muy evidente en todo momento, y no es otro que el de Neil Young, sobre todo aquel que se refiere a su primera época, el de discos como “Everyody Knows This Is Nowhere” o “After the Gold Rush”. Es tarea complicada acercarse a un mito como el canadiense, pero hay que reconocer que el norteamericano lo hace de una manera exquisita, así se desprende por ejemplo de temas como “Mansions”, y su tono onírico, o la excelente “Who in Time”, uno de los temas punteros del álbum y candidata a una de las mejores composiciones del año por medio de una delicada épica.
Pero no se quedan ahí las resonancias sonoras clásicas, porque los juegos vocales tan relacionados con Crosby, Stills, Nash & Young también están presentes en canciones como “Woman at the Well”, “Myer Canyon”, o “Rain Plans”, que expanden su sonoridad de manera brillante. “Rexanimarum” seguirá abordando las raíces más puras americanas en este caso dejándose llevar por el espíritu de The Band. Un sonido peculiar y punzante de la guitarra dirigirá la más angustiosa “Just Like Water”.
Había un hándicap, injusto pero inevitable, con el que contaba este nuevo disco de Israel Nash Gripka: refrendar el excelente nivel del anterior. En vez de optar por seguir insistiendo en el mismo sentido de aquel, ha optado por dejarse llevar por un sonido más atmosférico y evocador, proponiendo al oyente imbuirse en ellos. Unas intenciones que se cumplen en casi todo momento pero que no son suficientes para lograr hacer olvidar, y por extensión extrañar en cierto modo, la enorme sombra de su álbum previo y sobre todo la intensidad que allí desplegó.
Kepa Arbizu