El pasado Lunes 11 de Noviembre de 2013 quedará marcado de por vida dentro del calendario de fechas importantes de nuestra existencia para todos aquellos que tuvimos la oportunidad de vivir in situ el regreso en concierto de uno de los grandes grupos del pop-rock estatal como es Duncan Dhu, quienes efectuarían el segundo de los dos conciertos que tenían programados en su gira de regreso a los escenarios en nuestra ciudad.
Vaya por delante que esa emoción era aún mayor en el caso del que suscribe éste breve artículo, puesto que después de haber crecido desde bien pequeño escuchando una y mil veces las canciones firmadas por el tándem Erentxun/Vasallo por fin llegaba el momento del emocionante desquite, el instante de observar la evoluciones en directo de una de esas pocas bandas de nuestra música capaz de haber firmado auténticos himnos atemporales que a buen seguro sobrevivirán en el tiempo a sus creadores.
Ni que decir tiene que de antemano obvié el hacer cualquier tipo de anotación sobre lo que ocurriera sobre el escenario; del mismo modo que ni me planteé la opción de anotar el set-list para dar buena cuenta del mismo en un hipotético texto. El objetivo no era narrar lo que allí ocurriera al mundo, simplemente había que disfrutar de cada canción, de cada palabra y gesto con la compañía de las cientos y cientos de personas que casi llenaban el coqueto Price. Y vaya que si lo hicimos, de ahí que ahora toque rememorar para contarlo, porque de lo contrario reventaría.
Porque lo que ocurrió la noche del pasado Lunes en el céntrico repleto capitalino merece ser contado, pero no por lo que tiene de mítica la vuelta a los escenarios de un gran grupo, sino porque se trató de un concierto disfrutable de principio a fin, que contó con todos los requisitos para que la velada fuera perfecta: con un público entregado desde el primer instante y una banda más que notable, que hizo de la intensidad su principal baza, capaz de emocionar y tocar las fibras más sensibles a través de un repertorio a prueba de bombas, retrotrayendo a los allí presentes a unos cuantos años atrás, sin que por ello sobre escenario asomara el menor atisbo de nostalgia barata.
Fue así como pudimos disfrutar de una actuación que casi se alargó por espacio de dos horas y media en la que el dúo de San Sebastián intercaló clásicos por novedades, logrando envolver de magia el ambiente del circo madrileño, que literalmente se venía abajo cuando sonaban composiciones como “Rozando la Eternidad”, “Una Calle de Paris”, “No Puedo Evitar (Pensar en Ti)” , “A tu Lado”, “Rosa Gris”, “La Casa Azul” o “En Algún Lugar”, clásicos todos ellos de nuestra música popular.
Las canciones caían sin cesar una tras de otra mostrando las dos cabezas bien diferenciadas que conforman Duncan Dhu. De un lado Mikel, jovial, dicharachero y locuaz durante toda la noche, manteniendo un diálogo casi constante con el público, representando la que es sin lugar a dudas la cara más reconocible de la banda; y del otro el genio en la sombra, el gran Diego Vasallo, pura elegancia y saber estar sobre el escenario, quizás uno de los músicos más grandes que jamás haya dado nuestra música que, aunque más reservado y parco en palabras, también recibió el beneplácito y el cariño que de forma más que respetuosa le brindaban los seguidores capitalinos.
Y así, casi sin darnos cuenta, llegamos a los bises finales, dos en concreto, donde la banda puso el broche de oro a la fiesta con las más que magistrales interpretaciones de algunos de sus grandes éxitos como “Cien Gaviotas”, “Esos Ojos Negros”, reclamada con insistencia por el público durante toda la noche, “Jardín de Rosas” y “Mundo de Cristal”, con la que se despidieron hasta nueva orden del foro dejando en el paladar del público un gran sabor de boca.
Por: Javier González/ javi@elgiradiscos.com