¿Entonces qué? ¿Sacamos el tema?
Llevaba tiempo pensando en escribir acerca de esto, y la verdad, tengo para hacer hasta un libro. Entre otras cosas, porque las drogas han estado en mi vida casi desde que tengo recuerdos. De hecho, siguen ahí, en mucha menor medida, pero ahí siguen, y quizá escribir esto sea un intento de exorcizar lo que queda. Muchos de vosotros no lo habréis vivido así, lo sé, pero muchos otros sí, y a mí me habría gustado leer algo de esto cuando estaba fatal, así que espero que lo que sigue pueda ayudar a alguien ahí fuera.
Probablemente lo que vais a leer aquí no se parezca a nada de lo que habéis leído antes a cerca de las drogas, y seguro habéis leído muchas cosas: que son una trampa diseñada para atrapar a débiles muchachos inocentes, que una vez en sus garras no hay manera de salir (medios de comunicación oficiales, matrix, gente que nunca se ha drogado), que son la excusa de los vagos y sinvergüenzas para evadirse y no hacer nada en la vida (Ted Nugent, y los medios de comunicación más fachas), que son la hostia, el epítome de la libertad (Keith Richards, publicaciones de rocknroll y gente que se droga), que son un medio muy eficaz de conectar con el Gran Espíritu, Dios, Ancestros, Universo (Escohotado, Flower children de los 60…).
No estoy de acuerdo del todo con ninguna de estas teorías. Primero de todo, observando la vida, he notado que hay individuos que quieren probar de todo nada más salir a la calle. En una mano tienen un chupachups, en la otra un porro. Yo soy una de estos. En mi tierna juventud, o en el ambiente que me busqué, todo cristo se drogaba jovencísimo. Yo me lancé al estilo salto del ángel, vamos… de cabeza. Era guay. Yo no entendía muy bien el mundo y todo lo que significaba vivir en una sociedad en los 80 en Bilbao, deprimente donde las hubiera, y las drogas para mí fueron la manera de sentirme libre por primera vez en mi vida. Llegaron los noventa, descubrí el rocknroll, y podía abrir el corazón, y ser yo…y salía hasta las mil, nunca estaba cansada, nunca había resaca. Era una manera inocente de escapar tras haberme dado cuenta de que los adultos, esos a los que mirabas con admiración de pequeña, tampoco tenían ni idea de hacer las cosas. Los ejemplares de la generación inmediatamente anterior a la nuestra andaban por ahí como fantasmas, enganchados a la heroína. Muchos eran oscuros y elitistas, o así me lo parecían a mí. Vamos, nada que ver con la alegría, luminosidad y apertura nuestra. Nosotros tomábamos drogas blancas. Queríamos estar. Y queríamos estar “más”, si era posible. A su vez, otros de mis amigos, rechazaron de pleno el tema. Ni siquiera se sentían interesados, intrigados. Simplemente pasaban. Salían como todo el mundo pero sin nada. No eran especialmente más “buenos” que los que tomábamos. Después descubrí que, simplemente, esa lección, de alguna manera, ya la traían aprendida.
Hubo muchas noches al principio que eran sencillamente, como traer el paraíso a la tierra. Conocí a gente increíblemente despierta con la que podía hablar de los temas que siempre me han interesado, bailé lo indecible, me reí, aprendí un montón. Recuerdo una noche que volví a casa de tripi, y ya en la cama, con la luz apagada, asistí maravillada a una danza que los puntitos de luz que se colaban por las rendijas de la persiana efectuaron solo para mí. Se convertían en flores, estrellas vivas, de colores cambiantes que bailaban delante de mi y me decían “todo está bien”. Otra vez, con un té de hongos alucinógenos, pude ver el aura de los árboles, de las plantas, de las piedras, era de noche y todo emanaba una luz desde dentro, una energía de colores que vibraba y unía unas cosas con otras. Todo estaba unido.
Años más tarde, empezó la depresión. Unas resacas horrorosas, unidas a una sensación de vacío, desprotección y desconexión increíbles. Aquí había dos vertientes: o seguir o parar. Pues paro. ¡¡Ay, un momento!! ¡¡No puedo!! Pero no era que no podía por los monos ni todas esas tonterías. Estuve años sintiéndome mal, fatal, y entonces, lo que te premiaba por fin el viernes a toda esa semana de mierda era una raya. Y volvía a estar bien un ratito, y desde ese prisma yo me decía… ¡pero si no estoy haciendo nada malo! ¡¡Si solo bailo, y hablo con gente!! Era como si las drogas cumplieran la función de recordarme que se puede estar bien. ¡¡Que eso es posible!! Por un lado te muestran el paraíso, y cuando te acercas a mirar, te dan con un rodillo en la cabeza.
Entonces, ¿cómo? ¿Es que no sé estar bien sin ellas? Pues no. ¿Nunca he estado bien? Y ahí me di cuenta de la terrible verdad. Sara: no tienes ni idea de ser feliz. Esas sonrisas y alegrías nocturnas y diurnas no son verdad. Nunca has estado bien. Ni antes, ni ahora. Entonces, por un lado, me di de narices con la realidad, y por otro, seguía teniendo una especie de esquizofrenia galopante, que me hacía repetirme incansablemente entre semana, canuto en mano, que ese fin de semana no me iba a drogar, y en cuanto llegaba la noche y el bar, y la música alta, la primera persona que me decía “¿Quieres…?” le decía ¡Sí! Años así. Suficiente para que cualquiera deje de creer en sí mismo para siempre.
Hay un sistema muy famoso para dejar las drogas, que muy al estilo “La Naranja Mecánica” te tratan como a un mero perro de Pavlov, te desprograman mentalmente y sí, dejas las drogas, pero también te vuelves un ciborg despiadado y dejas de saludar a la gente que te ayudaba para que no te metieras, sólo porque forman parte de tu pasado, o porque los pobres fumaban un porrete de vez en cuando. Muchos conocidos han pasado por ahí. Y todo esto responde a, uno: que el sistema médico sigue creyendo que sólo somos un cerebro, y dos: que somos un poco irresponsables y queremos que “nos quiten esto de encima”. Pues no. Tú nunca has tenido un problema con las drogas. Lo que tienes es un asunto que resolver contigo mismo, y te da miedo, normal, remangarte y meterte a ello. Las drogas, en sí, no tienen ningún significado. Conozco a gente que está tranquila y se fuma un porro de vez en cuando y le sienta fenomenal, y otra que fuma porros como el que se mete heroína. Para no estar aquí. Las drogas, en mi caso, han sido unas aliadas que me han mostrado este asunto conmigo misma. Nunca lo crearon.
Cuando estás en esta situación, lo único que yo he descubierto para dejarlo es empezar a hacer cosas que me muestren mi interior. Lo que sea que te vaya bien. Hablar con amigos, leer libros, y pasar por la “noche oscura del alma”, con deportividad. No te preocupes, no vas a morir. Sólo te vas a hacer aliado de ti mismo, que al fin y al cabo, eres la única persona con la que vas a estar toda la vida. Y mientras, si no puedes hacer otra cosa, te metes. ¿Por qué? Porque nadie te está juzgando. Es increíble cómo, a pesar de que rechazamos de pleno la religión y la Biblia de boca para fuera, cómo hemos comprado el tema de la culpa. Vamos, que la culpa está tan metida en nuestros tuétanos, que ni siquiera la vemos. Si preguntas a gente que se droga si se sienten culpables muchos te dirán que no. Pregúntale a un pez, a ver qué es el agua. No sabrá decírtelo, porque nunca ha vivido sin agua. Tú toma. No porque te lo diga yo, sino porque vas a hacerlo de todas maneras. Eso sí, no lo niegues ni te lo niegues. Después sigues adelante haciendo eso que te viene tan bien. Sea yoga, sea meditar, sea naturaleza, sea leer…lo que sea. Sigue, sigue, sigue. Llegará un momento que una cosa barrerá a la otra.
Funcionamos por agotamiento. Por el camino vas a vomitar mil rabias internas, mil autocompasiones, mil oscuridades…no rechaces la oscuridad. Total, ¿Qué más da? Si ya vivías en un infierno disimulado y azucarado. ¿Por qué no te lanzas a verlo cara a cara? Es como el monstruo de una pesadilla. Si en vez de correr delante de él, te das la vuelta y lo miras, desaparece.
Al contrario de lo que mucha gente cree hoy en día, en la Nueva Era, ahora de repente no podemos empezar a sentir amor y luz como caída del cielo. ¡No hay sitio! He comprobado que es precisamente cuando te lanzas de cabeza a la parte oscura interior, cuando comienza a haber un espacio para estar tranquilo. Un espacio de silencio donde puedes empezar a aceptarte. Los seres que más me han impresionado y me han enseñado no son los Iluminados, sino la gente que conoce bien su parte oscura, y la ha puesto a trabajar de su parte. “Prefiero ser un hombre completo, que un hombre bueno” Carl G Jung.
No hay emoción más caótica, más católica, y más destructiva que la culpa. La culpa tiene un poder mucho más devastador que veinte años de crack. Es tu tirano interno. Tu facha interno. Aquí nadie es malo y nadie va a ser castigado. Entérate, si te has metido drogas alguna vez, o te estás metiendo, que sepas que seguramente seas un ser sensible, probablemente más despierto que la media, que lo único que quiere es estar más cerca de la Luz, de entender todo esto en lo que estamos metidos. Y de hecho, me dan mucho más miedo los “adaptados” a este sistema, que los que no lo están. Me da mucho más miedo Ted Nugent, que Bobby Liebling, si me preguntas.
Así que, si mientras estás remangado en tu búsqueda hacia ti mismo, en algunas ocasiones vuelves a meterte, no ataques a las drogas. El único enemigo aquí es la culpa. Lo único, y repito, lo único a lo que te tienes que enfrentar. No pilles novia/o para dejarlo, no te metas a una secta que te prohíbe saludar a tus colegas. Hazlo tú. Poco a poco irás saliendo sin tomar, y sólo el hecho de no haber tomado va a ser el subidón que te va a alegrar la noche. Porque claro, nos gusta la música, el rocknroll, bailar y conocer gente, tomar unas cañas y tal. No vamos a dejar de salir. No vamos a volvernos de repente “otra persona”, ¿no?
Ten paciencia. Pueden ser años. Pueden ser meses, si tienes suerte. Hay algunos individuos afortunados que reciben un flash de iluminación y se acabó lo que se daba. Benditos…yo no soy de esos. Yo he sido pico y pala, pero nada me ha enseñado más que las drogas. Porque también, a medida que me iba conectando con mi interior, cuando llegaba a salir y veía a gente, enseguida notaba el terror a relacionarme. Y me diréis, ¿tú? ¿A relacionarte? Pues sí. Muchos de los simpáticos de la vida, lo único que tenemos es un temor al rechazo que para qué. Miedo a que esos de fuera no nos acepten, porque no nos olvidemos, el rocknroll, por lo general, es una cuestión de apariencias. De hecho, creo que el sector del rocknroll es uno de los menos libres que existen, lleno de cotilleos por detrás, envidias e inseguridades. Mucho miedo a perder status, y mucha necesidad de caer bien. Hay que subirse a escenarios, y hay que someter el trabajo de uno a opinión pública constante. Las drogas caen ahí como anillo al dedo. Nos “regalamos”, como dice mi hermana. Bajamos los precios hasta lo indecible. No es una cuestión de ser malos o buenos, es una cuestión de supervivencia. Tampoco es una cuestión de libertad.
Libertad. Cuanto usamos esta palabra en el rocknroll. Conozco casos de gente que se metía heroína “porque era súper libre”, y gente que no se puede enamorar “porque es muy libre”. Creo que aún nadie sabemos lo que es ser libre de verdad. Nacimos con la información tan secuestrada, con tantos tabúes y secretos, con tanto dolor en las familias, que ni idea de qué es la libertad. Quizá nuestros nietos sí la conozcan, pero nosotros nos la vamos a tener que currar. Es así. Vivimos unos tiempos en los que la luz está aumentando en progresiones geométricas. De hecho vivimos en estos tiempos porque tenemos que currarnos la libertad. Por eso estamos aquí. Por eso se ve tanto feo ahora, por eso cae todo el sistema. Os habéis dado cuenta, ¿verdad? Eso te da más ganas que nunca de drogarte. Nunca se habían dado unas condiciones tan idóneas y perfectas para estar colocado que ahora. De hecho, el otro día, en una conferencia que dimos unos cuantos en la universidad de Madrid, uno de mis compañeros del rocknroll, a quien respeto y admiro un montón, dijo a los universitarios que probaran drogas. “Drogaros”, decía. “¡¡Todo lo que podáis!!” y claro, yo sé desde donde lo decía. Lo decía desde el espíritu chamánico, rockero, romántico…
En los sesenta, que fue el primer preámbulo de las épocas que vivimos ahora, colocarse era una experiencia súper enriquecedora, porque no había nada de información al respecto sobre ese “otro lado” en el que todo está bien, y no hay problemas. Los antiguos utilizaban estas “plantas de poder” para abrir su “tercer ojo” y conectar con el infinito sólo para darse cuenta de que la muerte no existía, y todo era seguro y amable por debajo del velo. Por supuesto, los últimos lo ejecutaban bajo una supervisión y unas condiciones en las que la planta enseñaba exactamente al iniciado la parte oscura de su ser, a fin de ser iluminada y por ende, limpiada. Lo tomaban en la Naturaleza, junto a un anciano guía, y tras un previo ritual que invocaba al Gran Espíritu. Nada que ver con comerse un tripi con mucho alcohol en un garito lleno de egos desmadrados y energías puntiagudas, aunque las intenciones sean buenas.
Yo misma hace unos años habría apoyado esa moción, y en aquel caso sonreí. Pero ya no estamos en los 60, ni en los 70… lo que sucede, es que desde hace muy poco tiempo, muy pocos años, la luz entra en proporciones asombrosas. Luz que llega desde nuestro sol e ilumina todo. Literal y metafóricamente. Hay más luz, hay más información. Toda esta “nueva” información sale al aire, ya cada vez cuesta más engañar, enseguida te pillan. Cada vez cuesta más engañarse. Siempre digo lo mismo, pero la imagen sería como de un desván que lleva años sin tocar, metiendo cosas y más cosas durante años. Si quitas la bombilla de 40v y pones la de 100v de repente dices, ¡¡pero qué sucio está esto!! No es que esté más sucio, es que se ve más. Eso es lo que está pasando en la política, la sociedad….y en tu inconsciente. Básicamente estamos ahora todos sacando la basura, como quien dice. Las drogas, como las usábamos para tapar, ahora ya no sirven para eso. Ya no sientan como antes. Ahora te pegan muy duro, sencillamente porque forman parte de la energía del pasado. En los tiempos pasados aprendíamos a través de la carencia, la lucha y la limitación. Ahora vamos a empezar a aprender a través de flashes de intuición sobre lo que realmente merecemos y todo lo que somos capaces de hacer. Ahora lo más aconsejable no es empezar a meterse, la verdad.
Hay que tener en cuenta también, que la marihuana que se fuma ahora está alterada genéticamente. ¿Qué significa eso? Pues que han cambiado la manera en que existía en la naturaleza, creando un nuevo tipo de cannabis monstruoso con concentraciones de THC nunca antes vistas. Esa no es la fórmula que aplicó Dios (dejadme usar esa palabra, no seáis católicos) para que conectáramos con él/ella. Ya no te digo nada el speed, cocaína, crack, tripis, heroína…
El caso es que, todo está cambiando, amigos. Y con todo, nuestra relación con las drogas. Y la relación de las drogas con el rocknroll, también.
Es dejar de meterse, y empezar a crear de verdad, a montar nuevos grupos, a tocar mejor que nunca, a cantar mejor que nunca. A dejar de decir tonterías por la noche de las que luego por la mañana te arrepentirás (aunque probablemente nadie las recuerde, porque estaban colocados, o porque están muy ocupados sintiendo culpa por las tonterías que dijeron ellos), y definitivamente a ser más tú, más autoestima, más energía para hacer cosas, más de todo. Es muy difícil explicar lo que es estar realmente bien, cuando nunca lo habías estado. Lo mejor es probarlo. Somos realmente poderosos, no creáis ninguna información que niegue este hecho.
Mirad en Youtube el festival de Monterrey, en el 67. Mirad luego alguna imagen del festival de Altamont, en el 69. Se nota la diferencia, ¿no? ¿Qué ha pasado? Dos años de drogas por medio.
Cuando no estás colocado y ves a gente que lo está, lo ves muy claro. Y por favor, cuidado de no volverte un renegado de las drogas, juzgando a los demás. Cada cual lleva sus tiempos. Todo el mundo tiene derecho a cagarla, y tiene tantas oportunidades como quiera para hacerlo.
Por: Sara Iñiguez.
Por: Sara Iñiguez.