Ser parte del público que asiste a un concierto de Neil Young es un hecho histórico. No se trata, únicamente, de una valoración subjetiva o partidista, sino la mera conclusión de participar de la carrera de una de las grandes leyendas que ha dado del rock, y que lejos de aquellos mitos vivientes que su mayor (y casi única) baza es su propio nombre/historia, el caso del canadiense es muy diferente. Valga como ejemplo los dos discos nuevos recientemente editados (“Psychedelic Pill” y “Americana”) y el resultado final de lo acontecido en Biarritz.
A todo esto hay que añadir la decisión tomada de reunir a la mítica formación de Crazy Horse, o lo que es lo mismo, Billy Talbot, Frank Poncho Sampedro y Ralph Molina. Precisamente esa misma es la que se subió al escenario con la noche ya entrada para, a la postre, refutar lo esgrimido en sus últimas grabaciones: una lección de energía e intensidad.
Una de las características esenciales de esta banda es la magistral manera en la que han compaginado a lo largo de los años la sensibilidad y lo íntimo con un nervio guitarrero de envergadura. Precisamente resaltando ese músculo comenzó el espectáculo con “Love and Only Love”, uno de esos clásicos ritmos largos alambicados y eléctricos de la banda. “Powderfinger” sonó tan mágica como reside en las mentes de todos aquellos que la conocen y “Walk a Giant” convirtió el escenario en una tormenta que daría paso al primer tema inédito de la noche, “Hole in the Sky”, con su ambiente gospel. Así terminaba lo que podríamos considerar el primer tramo del concierto.
Lo que venía a continuación perseguía hacer diana directamente en los sentimientos y para eso Neil Young se armó de acústica y harmónica, se quedó solo en el escenario e interpretó seguidas la sobrecogedora “Heart of Gold”, “Human Highway”, poco habitual en el repertorio actual de la banda, la versión de Dylan “Blowin’ in the Wind” y la segunda nueva canción de la noche, “Singer with a Song”, esta vez interpretada al piano por el canadiense. Para ese momento, si es que en alguno no sucedió, el público estaba totalmente rendido a lo que estaba sucediendo, y todavía quedaba la última parte del recorrido.
Para acometer ésta el grupo volvió a recuperar su discurso más correoso con temas como la majestuosa “Ramada Inn” o las impactantes “Surfer Joe and Moe the Sleaze” y “Sedan Delivery”, que sirvieron como acercamiento hacia la apoteosis final que llegó con el multitudinariamente coreado himno “Rockin’ in the Free World”, suponiendo la primera despedida del grupo. Tras su regreso llegó el turno de “Mr Soul” (versión del tema de Buffalo Springfield) y el colofón definitivo con la escalofriante “Hey Hey, My My (Into the Black)”, entonada por buena parte del público. Así se ponía punto y final a un concierto que para todos, o por lo menos para la mayoría de los asistentes, no acababa en ese instante sino que tenía vocación de quedar almacenado en sus/nuestras mentes.
Por: Kepa Arbizu
Fotos: Lore Mentxakatorre