Uno de los pocos sonidos o escenas (a pesar de su variedad y difícil definición) nacidas en los años ochenta que se salvarían de una quema artística casi generalizada de dicha década, es el denominado Nuevo Rock Americano. Un movimiento que el paso del tiempo parece haber enterrado algo su historia. Entre sus filas, junto a bandas como Green On Red, The Long Ryders e incluso REM, se encontraban también The Del-Lords, que acaban de lanzar un nuevo disco, “Elvis Club”, después de 23 años.
Tras el regreso a los escenarios hace unos años con la idea de hacer una breve gira, el grupo materializa esa vuelta con este trabajo, que escuchado hoy en día supone una perfecta continuación desde el punto exacto en el que se quedó su carrera, en aquel “Lovers Who Wander”. En sus filas nos podemos encontrar con tres de sus componentes originales: Eric “Roscoe” Ambel, Frank Funaro y Scott Kempner, este último, como siempre, compositor de prácticamente todo el material grabado.
En este retorno de los norteamericanos nos vamos a encontrar precisamente eso, lo que siempre han hecho, una mezcla de ingredientes derivados de los sonidos clásicos interpretados con intensidad. Algo que no quiere decir que, por ejemplo, saquen su cara más románticamente épica (flanqueada de fuertes guitarras de sabor americano), a lo The Dream Syndicate, en “When the Drugs Kick In”. En “Princess” seguirán esa línea pero con un tono más “arrogante” a la hora de interpretar el tema.
El sonido más contundente va a seguir presente en canciones como “Chicks, Man”, a ritmo de punk country; el rock and roll clásico de “Damaged”; la mezcla entre el hard rock y el blues de “You Can Make a Mistake One Time” o “Me and the Lord Blues”, o la intensidad sonora que llevan cabo a la hora de versionar a Neil Young y su “Southern Pacific”, perteneciente a su trabajo “Re-ac-tor”.
Pero la banda neoyorquina siempre ha estado repleta de matices e influencias variadas, y este disco no es una excepción, como se puede concluir, por ejemplo, de la presencia de las melodías pop que se abren paso entre las guitarras de “Everyday”, compuesto en colaboración con Dion. Otro grueso importante de canciones, tanto en lo cualitativo como en lo cuantitativo, va a moverse entre medios y lentos tiempos en los que se combina lo eléctrico con lo acústico en un claro entorno de sonido americano. A lo largo de “Flying”, “All of My Life”, “Letter (Unmailed)” o “Silverlake”, se podrán intuir las influencias de músicos como Tom Petty, Elliot Murphy o el actual Graham Parker.
The Del-Lords nunca inventaron nada, ni lo intentaron ni tampoco les hizo falta. Su propuesta, que es también la de este álbum, es trabajar con ritmos clásicos y mostrarlos repletos de energía, ya sea con una puesta en escena más arrebatada o más pausada, según la ocasión lo merezca. Justo lo que encontramos en este regreso que no sólo es más que digno, sino que nos devuelve a un grupo de gran calidad, que visto lo visto la mantiene intacta.
Kepa Arbizu