El hecho de que dentro de la escena musical de “sonidos negros” cada año aparezcan nuevas figuras (en el 2012 irrumpieron nombres como Michael Kiwanuka o Nick Waterhouse) no debería dejar de lado a aquellas que ya han dejado atrás ese fogonazo que supuso su aparición en detrimento de la consolidación de una carrera. James Hunter acaba de publicar su quinto disco, “Minute By Minute”, que no hace sino refrendar su papel esencial dentro de una nueva escena soul.
En el recién editado álbum hay dos aspectos, ninguno musical en el sentido estricto, que son dignos de reseñar. Uno luctuoso, en referencia a que se trata de una grabación realizada a rebufo de la pérdida de su mujer en el 2011, y por otro lado uno menos personal y que se trata del cambio de nomenclatura con el que se presenta (The James Hunter Six), haciendo referencia explícita esta vez a su grupo y por extensión a la influencia capital que éste alcanza a la hora de definir el estilo del músico.
“Minute By Minute” no difiere de manera sustancial de lo que hemos podido escuchar de él a lo largo de estos años, aunque sí que llega a transmitir una sensación más total, donde banda e intérprete, y esa portentosa voz dulce pero con un deje rasgado que le dota de gran personalidad y que en esta ocasión está más presente que nunca, se fusionan de manera magistral para dar vida a un disco puro de género, que se mueve entre lo bailable y lo romántico.
Ese aura de puro y genuino soul que desprende el álbum tiene también su representación en la parte de la producción, que corre a cargo del fundador del sello Daptone, Gabriel Roth. Otro nombre mítico como Van Morrison, uno de los descubridores y puntual colaborador del británico, se filtra de manera obvia en la música de este disco (y del músico) como queda patente en temas como “One Way Love”, en la que se mezcla con una instrumentación puramente Motown, unos ritmos contagiosos y bailables, al estilo The Temptations, que resuenan también en “Chicken Switch”.
En ese camino clásico y en busca de un sonido totalmente atemporal habrá espacio para la esencia de otros “popes” del género como Ray Charles, otras de sus fuertes y claras influencias, que se puede observar en “Drop on Me”, en su faceta más calmada, o sobre todo en la más turbia y cercana al rhythm and blues “Look Out”, donde los giros de voz recuerdan al mítico intérprete. Otis Redding y su profunda y sentida manera se nota en “Nothin’ I Wouldn’t Do”. Incluso representaciones más heterodoxas, entre el blues y los sonidos latinos, aparecerán en “The Gipsy”.
Ese tipo de composiciones más románticas, con un aroma evidente a Sam Cooke, que son, por ejemplo, “Gold Mine”, “Let the Monkey Ride”, o “If I Only Knew”, adquieren un tono todavía más entrañable e impactante sabiendo la circunstancias que rodeaban al intérprete (la pérdida de su mujer). Complementan así un disco de soul con mayúsculas, que bebe de las mejores esencias y que lo convierten en su obra más redonda y por supuesto un referente para esa nueva escena de los sonidos negros.
Kepa Arbizu